martes, 28 de febrero de 2012

Quererte es cosa de genios

Mi coeficiente intelectual es de 110, según una prueba no oficial de la Internet. Esto me coloca en una posición ligeramente encima del promedio. Fui el orgullo de mi generación en secundaria y constantemente he sido elogiada por mi capacidad para resolver problemas. Algunas personas disfrutan de las historias que escribo, otras de los chistes vulgares que cuento. Otras más piensan que por  ser periodista lo sé todo, aunque mis editores creen que no sé nada.
Dicen que digo cosas raras, que uso palabras extrañas y que suelo pensar demasiado. Me gusta jugar sudoku, aunque nunca pude armar por completo un cubo de rubick. Me obsesionan los acertijos y de vez en cuando leo la mente.
Solo por eso las personas suelen llamarme inteligente, no hagas caso de nada.
Son tan pendeja que olvido las cosas en cualquier parte, me asaltan en medio de un centenar de personas y no reconozco el coche de mi papá a más de tres metros de distancia, aún cuando lo haya visto mil veces.
Olvido el nombre de las personas a quienes recién me presentan, justo después de que me lo digan. Tengo tres años trabajando como becaria en un periódico que usa mi trabajo como relleno de impresión.
Soy tan idiota que hablo con los desconocidos que se dirigen a mí, cuando camino por las calles de la ciudad más peligrosa del mundo. Soy tan torpe que tartamudeo cuando me pongo nerviosa, o cuando quiero decir demasiadas cosas al mismo tiempo.
Mi mente es pequeña frente al universo de la belleza y la cosmética, confieso que no sé usar sombras para los párpados, ni tacones altos; y eso que ya tengo 22.
Sea dicho de paso, no sé manejar, es más, ni siquiera sé andar en bicicleta; apenas soy capaz de caminar sobre mis converse apestosos sin tropezarme o caerme frecuentemente.
Olvido hacer los favores que me piden mis amigos más cercanos y una parte de mí cree que los vampiros si existen, no como Edward Cullen, tal vez como Lestat.
Me gustan las caricaturas, me río de cosas a las que solamente yo les encuentro gracia y me enojo casi por cualquier trivialidad.
Añado que me corren de mi casa cada que llegó después de las doce.
Pero lo más peligroso de mi retraso mental es que soy la típica chica tonta que enamoras con un beso.
Tan inocente que te espera el tiempo que tu le digas y el que no. Tan inútil que a veces no sabe descifrarte y se desespera solo por el hecho de que existes.
Tan sugestionable que cada cinco minutos encuentra algo en su ambiente que le recuerda a tí, y entonces se pone a escribir cartas sin sentido.
Puedes hacerla llorar con el menor de tus desplantes y puedes hacerla feliz solo llamándola de esa forma en que lo haces.
Tan mediocre que es capaz de mandarte un mensaje en la noche, pero jamás te llamará sin previo aviso.
Soy la estúpida que convences con palabras y versos bonitos, que deja pasar por alto tus conflictos y que se arrodillaría ante ti si se lo pidieras, sólo por la forma en que la miras.
Soy tan imbécil que pudiera ofrecerte mi vida entera mal envuelta en listones de colores, que pudiera desafiar todo lo que ya conozco sólo por estar contigo, una vez más cada vez.
Tan infantil que sonríe cuando piensa en tus labios, y todos le preguntan por que.
El colmo de mi ineptitud es que me encuentro orgullosa de todo lo anterior, de estar sentada en éste lugar, esperando a que me llames, o que no me llames, con media sonrisa en la cara y mi pierna moviéndose de arriba para abajo.
Estoy feliz de ser la estúpida que toma el riesgo de luchar por ti. De esforzarse por conquistarte de una manera diferente cada día, aún sabiendo que lleva todas las de perder. De regalarte sus letras, sus besos, sus mimos y sus ojos, que son lo único bonito que tiene.
Que es capaz de tener hijos tuyos, o de no tenerlos jamás.
No le pidas que piense, ella sólo sabe sentir, aunque ni para eso sirve.
Por favor, tenle paciencia y llénala de besos cuando la veas, esa tonta esta loca por tí.

viernes, 24 de febrero de 2012

Lo que no te dije al colgar


Estoy quemando un “Te quiero” en los labios. Lo tengo apretadito en los dientes, no lo pienso dejar ir.
Es difícil hacerlo para mí, y para tí. 
La gente dice que es demasiado pronto, la experiencia me indica que es extremadamente arriesgado y la cordura señala que es una locura.
Así me has dejado, con un “Te quiero” preso político de mi miedos y prejuicios.
Ni yo misma se muy bien que significa esa expresión. Quizá porque “Te quiero” en muchos sentidos.
“Te quiero” para mí, de esa manera egoísta con la que un niña desea una muñeca para sí misma.   
“Te quiero” para despertar contigo una mañana gris y calentar mis pies entre tus piernas durante la madrugada, antes de irme al trabajo.
“Te quiero” para que me beses, me abraces y me mires cuando estoy triste y cuando estoy feliz.
“Te quiero” a un lado mío para gritarle al mundo que se equivoca y que todo lo que me importa lo llevo siempre conmigo, amarrado a tu oscuro recuerdo cuando no te veo.
“Te quiero” para enjaularte en la cárcel de mi cuerpo y tenerte prisionero hasta que se me dé la gana. 
“Te quiero” para que quieras estar conmigo, para que disfrutes de mis tonterías.
“Te quiero” para quererte, así, como eres. Para satisfacerte, para agradarte, para hacerte reír, para observarme en tu ojos cuando inclinas la cabeza frente a mi, para verte fumar, para verte hablar y decirme “Te quiero”.
Pero quizá tu no mereces nada de esto y prefiero callar y decirte buenas noches.
Una sensación nauseabunda empieza otra vez a distorsionar mi realidad, inicia por mi estomago y recorre todo mi sistema ...otra vez. Debo dejar de escribir.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Una consulta familiar


Mi madre me ha leído las cartas y éstas han mencionado tu nombre en cada naipe. Yo les dije “¡Mienten!, ¡Mentirosas!” y sus damas españolas se rieron de mi indignación.
–Hay un hombre moreno claro, pensando mucho en tí, amándote en las noches, lejos de tu casa –mencionó mi psíquica particular. Entonces un coro de damas, acostadas en aquella mesa negra con olor a incienso y almendra, me gritaron: “¡Es él, es él!”.
Mi corazón se convenció y mi cerebro reaccionó “¡No seas pendeja!, estamos en México, la mayoría de los hombres son morenos”.
–Este hombre piensa en hacerte un regalo, tiene un pasado tormentoso y muchos problemas, principalmente económicos, son esos problemas los que lo alejan de ti –las vocecitas gritaron y se rieron de mi cara roja y mi lógica me indicó que este mes cumplo años, que cualquier buen amigo quisiera regalarme algo y que debido a mi condición de clase medio-jodida-completa, todos a mi alrededor tienen problemas económicos.
“Lo sabía, es él, te ama, te amo, desde que te vio”, gritó una vocecita en mi oído derecho. Entonces fui yo la que me reí a carcajadas y le pregunté “¿Qué es eso del amor?”
–¿Sucede algo? ¿De que te ríes? ¿No me crees? –dijo mamá enojada, pensando que me burlaba de ella, cuando realmente lo hacía de la terrible y sarcástica batalla que se desarrollaba fuera del alcance de sus ojos clarividentes, entre mi cordura y mis demonios benditos y desequilibrados.
–No, no es eso, dime ¿Qué más te dicen de él? –le respondí.
Entonces, el as de bastos surgió entre los cartones desgastados de augurios y promesas que conforman la baraja en función, eso sólo significaba una cosa –Te dicen que tendrás relaciones sexuales con él, pronto –La profecía me hizo enrojecer aún más y sonriendo para mis adentros me dije “Ojala”
–Es todo –me dijo de momento y posó sus ojos en mí, a la expectativa.
“¿De sus ojos profundos no dicen nada? ¿De sus cejas, de sus labios gruesos, de su tosca y adorable sonrisa?... ¿Nada?... Y ¿Qué hay de la forma en que me desvanezco cuando lo escucho que me habla? ¿No me dirán nada de por que lo extraño tanto en las mañanas? ¿Y como le hago para agradarle? ¿Cómo le hago para no aburrirlo jamás? ¿Cómo le hago si él no siente lo mismo? ¿Cómo le hago si las cosas salen mal?”
–¿Preguntas? –me cuestionó mi médium, mis ojos estaban llorosos de intensidad y los naipes seguían riéndose de mi vulnerabilidad
–No, así esta bien… bueno, solo una –medité al instante y explique que quería hacerla en la mente… las burlas poco me importaban a esas alturas de la consulta y les pregunté que si me querías o si me querrás.
–Las cartas dicen que si, aunque te parezca imposible, aunque creas que no puede ser verdad y por muy difícil que eso parezca y mucho más de lo que crees –Mamá no supo que pregunté, porque lo hice en silencio, por eso no supo cual fue la razón de mi repentina sonrisa. Quería que le dijera, no se lo dije ni se lo diré… igual no creo en estas cosas.     

martes, 14 de febrero de 2012

Lo que pensaba a diez centímetros de tu cara


En la claridad de la embriaguez me has presentado un dilema terrible. Se encuentra ahí, estampado en tus labios gruesos que me hablan como si me conocieran y me derriten con esa tosca melancolía que tanto me gusta.
Es por eso que me he agarrado de tus piernas y me he lanzado al vacío en un beso urgente e inesperado.
Si me quedo en el fondo abismal de tu paladar, quizá no vuelva salir jamás; pero si me alejo, haciendo alarde de una cobardía que desconozco, quizá me pierda la oportunidad de conocer esa verdad que estoy buscando.
Cuando ambas alternativas poseen la misma cantidad de beneficios y sacrificios, no hay una respuesta obvia.
Morir o morir. La única diferencia es caer inerte en tus brazos o en el sepulcro de la soledad, que ya me es tan familiar que hasta me parece cómodo y apetecible.
¡Que abominable situación con pies, cabeza y testosterona tengo sentada frente a mí!
Tiene nombre, sí, pero prefiero recordarlo poco. El suicidio no es opción cuando ya no se esta vivo.
En lo que me decido… ¡Acércate un poquito!, ¡Vuélveme a besar!

domingo, 12 de febrero de 2012

Me siento sola


Hay ciertos momentos en los que la soledad parece irremediable. Puedo estar rodeada de gente pero literalmente, estoy sola. No hay nadie aquí que escuche mis trivialidades ni algo que impida que el viento helado penetre en mi piel.
No es triste ni doloroso, pero es incomodo no tener con quien charlar. Literalmente hay varias personas a las que pudiera acudir en este momento y decir: ¡Hola! ¿Cómo estas? Pero ninguna de ellas responderá con su voz barítono encarnando palabras con ese acento de sabelotodo, esto me decepciona antes de siquiera intentar buscar un poco de compañía humana.
Y es mejor que me vuelva huraña y desafíe a la soledad aceptándola, la ira reclama su nombre si las palabras que escucha no son de él.
Respondo con monosílabos y me vuelvo sorda a las palabras de los demás.
La gente me mira y piensa: “Pobre, debe pasar por un momento muy amargo para traer esa cara de sufrimiento”.
Llorar en el transporte público se ha vuelto una costumbre para mí y no ha faltado –o  debería de decir, ha sobrado –la voluntad de quienes quieren remediar mi soledad.
Se acercan y me hablan de un Dios que todo lo puede y que me ayudará sea cual sea mi problema. Como si Dios tuviera un remedio para los costales rotos.
Entonces procuro calmarme, fingir rendición y volver a quedar sola, para blasfemar contra ese ser que supone existir pero me deja abandonada en medio de la nada del todo.
“¿Es tu morboso designio el que yo este sola sin él?”, cuestiono al cielo a gritos inaudibles, y éste nunca me responde.
Mi madre reclama atención y al no ver respuesta me da mi espacio, mis amigos están cansados de mis letanías frecuentes y me cambian el tema o me ignoran, mi almohada humedece y me roba el sueño y hasta el estupido espejo me dice que me veo sola. Tan sola, sin él.
Sin esa cara de estúpido contándome de ella –la otra estúpida –, sin sus ojeras horrorosas suplicándome atención barata, sin su barba rala y descuadrada con la que intenta ocultar sus facciones de mujer fea, sin sus patéticas costillas, sin su panza flaca, sin todo lo que es él y que alguna vez amé.
Ese perro cobarde se fue y ha dejado de ladrar al lado mío, haciendo insoportable el silencio de su ausencia.
Una palabra… tan sólo una palabra bastaría para que yo me sintiera acompañada este día.

jueves, 9 de febrero de 2012

De: Mi, Para: Ti


He hecho un largo viaje desde lo más profundo de mi conciencia. He cruzado ríos de decepción y montañas de amargura. Todo sólo para presentarme hoy ante ti, y pedirte que me dejes hacer patrones divertidos en tus pecas color ámbar.
Cuando sonríes se iluminan y son como una constelación que capturan mi mirada y hacen que me olvide de las cosas que no importan.
Enfocada en esas estrellas cafés pegadas a la pared pálida de tu rostro, el tiempo transcurre despacio y hago mil combinaciones imaginarias de texturas, colores y formas.
Hipnotizada, intento recordar, sin éxito, cual fue la última vez que me sentí tan segura, tan tranquila y tan feliz.
Entonces recargo mi cabeza en tu hombro y pienso, no siempre en voz alta: ¡Hay amigo, te quiero demasiado!
Aunque te diga cosas que nunca recuerdes, aunque paciente escuches mis problemas y nunca tengas una buena respuesta, aunque no siempre estés conmigo, Amigo: ¡Tu compañía es de las cosas más lindas que suceden en el mundo!
He hecho un largo viaje para llamar tu atención. Cuando tú puedes hacerme feliz sólo con estar sentado a mi izquierda, yo no puedo hacer nada para devolverte el favor. Nada, nada más que contemplar tu mirada en el infinito, pensando no sé que cosas y callando otras. Mi confidente de rostro tranquilo, que se presenta entre nubes grises, cuando puede, y me hace la vida sonriente: ¡Se feliz con estas líneas!


domingo, 5 de febrero de 2012

La niña más hermosa del mundo


Ahí estaba en una esquina, con un pantaloncito rojo y un suéter que hacía juego, casi acostada en el asiento verde del autobús de pasajeros ruta Juárez-aeropuerto. Inmersa en la penumbra, yo estaba frente a ella y con la mirada cuestionaba ¿Qué enfermedad tendría en su cara fea?
Paradójicamente, la única luz dentro de esa deplorable limosina pública se colocaba sobre su cabecita deforme, el resto de los usuarios estaban inmersos en la oscuridad de las diez de la noche, que sobre el transporte público se vive de una manera diferente.
Sus ojos saltones apenas alcanzaban a ser cubiertos por sus pálidos párpados y su nariz era una protuberancia, apenas visible, con dos orificios.
Dudo que la nena ignorara eso, pero el movimiento sobre las avenidas principales de la nocturna ciudad la arrullaba y no prestaba atención a los murmullos de su alrededor.
Viajaba ignorante de lo que ocurría en los demás asientos, donde no había luz, donde la gente se fijaba en ella y uno que otro idiota se preguntaba ¿Por qué estará tan fea?
Sus padres viajaban en un lado, abrazados. La madre se veía cansada y miraba distraída por la ventanilla izquierda. El padre, al contrario, se mantenía alerta de su tesoro y respondía con ojos de puñal las miradas invisibles y morbosas que se dirigían al único lugar en el que algo se podía ver.
– ¡Que gente tan pendeja! –Pensaba yo, pero algo me atraía y seguía observando su piel rosa y su cabello rubio –Si no estuviera malita sería una niña muy bella –repetía una y otra vez.
La niña se estremeció y despertó por completo. Solo entonces me di cuenta que a su lado se encontraba su hermanita, que tendría un año más que ella. Ésta se incorporo al escuchar a la niña fea.
–¿Estas bien? –preguntó la pequeña, al mismo tiempo que la abrazaba y le tocaba las cara con las manitas de porcelana morena. Con caricias la adormeció de nuevo, la colocó sobre sus piernitas de popote y le tocaba el cabello como si fuera la más hermosa de sus muñecas.
–¡Bajan! –grité y bajé avergonzada del autobús. Me sentía conmovida ante esa imagen que hasta la fecha permanecía anónima en mis recuerdos. Bajé apresurada por que era tarde. Bajé pensando en la suerte que tenía por haber conocido a la niña más hermosa del mundo, pero lo estúpida que era por tener que pedir prestados los ojos de una amorosa niña para poder notarlo.

sábado, 4 de febrero de 2012

Locuras de una tarde de febrero



Soy tan leal a mis propias convicciones, que si me encuentro en una juguetería frente a una fila de peluches bien alineada sobre un estante, me decido por el que esta en el suelo. No por lástima ni por simple contradicción, sino por que ese es el único elemento que tiene la fortuna de ser diferente a los demás.

Las personas escuchan y leen sólo aquello que desean, no se dan cuenta que vivir es como crear un gran mural, mismo que te esmeras en formar cada segundo de tiempo.

Vivir es tedioso, a veces cansado y un poco aburrido, además de que es una tarea que no sabes cuando tendrá fin. Es por eso que muchos deciden usar las plantillas ya diseñadas por alguien más y "personalizar" el trabajo con recortes de sonrisas falsas y tradiciones burdas.

Yo un día me di cuenta de todo eso y analicé cada una de las plantillas que se encontraban a mí alrededor. No quise ser una madre abnegada, tampoco quise ser una hija complaciente. No quise ser una mujer vanidosa y ególatra, tampoco quise ser de las estudiantes brillantes y alabadas por todos. Ninguna me convenció del todo, por que entre más me integraba en una sociedad que no era hecha para mí, más sola y desubicada me sentía.

Fue entonces, sólo hasta entonces, cuando decidí dejar de adaptarme. Hasta el momento las personas no se dan cuenta cuando sonrío y solo se limitan a decirme “amargada” cuando lloro. Mis jefes no me dicen cuando hago algo bien, solo me regañan cuando algo sale mal. Mis enemigos no fingen cortesía cuando la necesito y se presentan encarnados en demonios de humo cuando más ganas de golpearlos tengo.

¿Quien quiere ser como ustedes los cuerdos?, yo dejé esa terrible obsesión hace mucho tiempo.

Es por eso que decidí hacer este espacio, que no espero que sea leído por nadie, pero al menos tendré evidencia que me recordará que decir la próxima vez que alguien me llame loca.