martes, 27 de marzo de 2012

Mi compromiso



Aún recuerdo la primera vez que te vi sonreír, con la vista perdida no sé en donde y la voz pausada guardándose no sé cuantas palabras. Tengo presente el temblor de tu boca cuando me hablas y el brillo de tus ojos cuando me miras, siento el estigma de tus labios cerca de los míos, besándome fríamente en la cara.
Y así como me vez de golpeada, aún tengo fuerzas para defenderme de mi propio ataque de seducción que rebota en tus manos de concreto cuando me acerco a ti.
Por eso, te juro que no te tomaré en serio nunca.
Si me dejas estar contigo.
Te doy mi palabra de que jamás imaginaré tus manos apretando las mías, caminando por el parque a la luz del sol moribundo de la tarde.
Jamás insistiré en llamarte mío solo por el placer morboso de que el mundo nos vea como uno solo. No perfumaré tu camisa con mi fragancia, no desperdiciaré mis poemas en tus oídos.
No extraviaré mis besos en tu piel, me los llevaré cuando te vayas. Si prometes regresar, te juro que no te llamaré a media noche para oírte, ni te escribiré mensajes plagados de clichés. A esa hora probablemente estaré dormida, soñando tonterías.
Tampoco voy deletrear tus letras en las hojas de mi libreta de reportera, es sabio ahorrar papel en tiempos de crisis.
Me comprometo a nunca presentarme ante tus padres, ni llamarte “mi novio” frente a mis amigos. Nadie sabrá de nuestros encuentros furtivos, nadie conocerá nunca a que saben tus lunares… si me dejas probarlos.
No voy a suspirar cuando escuche tu nombre, ni voy a soñar despierta cuando escuche a Arjona… tal vez cuando escuche a Zoe, en sus canciones que hablan sobre planetas y universos.
Ni creas que voy a pensar en ti todo el tiempo, sólo un poco, en las mañanas, cuando amanezca con ganas, o con resaca. Luego me levantaré y seguiré con mi día
Mi vicio del cigarro sobrevivirá, quizá cuando te vea me perfume las encías.
Tu libertad estará intacta, serás libre de decir “Ya Basta” cuando así lo desees. No creas que te detendré, no me gusta correr detrás de nadie.
Cuando te bese, no lo haré con amor. Cada caricia que recibas de mi será mera urgencia transformada en dedos. Si mis pupilas se dilatan se deberá a la poca luz que habrá en la habitación.
Si mis manos tiemblan es por que estaré excitada de tenerte frente a mí. Ya sé, de repente puedo recargar mi cabeza sobre tu torso desnudo y tu corazón me empezará a hablar con latidos, pero no significa nada, ¡Te lo juro!, es sólo que estoy cansada.
Quiero que vengas y entres y te vayas. Si te gusta, ¡Regresa!, sino te gusta ¡No vuelvas!
Eso sí… antes de irte, apaga la luz y llévate cualquier migaja de cariño, finalmente, no las necesito.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Eutanasia suicida


Ahí estaba ella, dormida sobre el colchón, con el cuerpo pálido y rechoncho desnudo, era una noche calurosa y en la habitación no había ventilador. Estaba boca abajo, respirando con su boca abierta, tantas veces besada.
Desparramada, con las carnes magulladas y cansadas, en una cama dura de sábanas blancas.
La verdad es que ya me estaba hartando de ella, tan loca, tan rara, tan deprimida siempre. Tan resentida con una sociedad que no estaba creada para soportarla, tan rodeada siempre de hombres que no sabían valorarla. Y ahí estaba yo, valorándola por todos ellos.
La gente dice que no la amaba, pero la gente suele ser muy estúpida en estos casos.
Sí alguien la amó, fui yo. Yo y uno que otro de aquellos amantes inadvertidos que entraron a su cuarto violando la cerradura de su amargura. Pero ninguno más que yo.
La pobre había llorado mucho, pero me había fastidiado otro más. Sus arranques infantiles, sus llamadas al celular, sus mensajes en la computadora y sus bizarras cartas de amor. Todo en ella me parecía tan insoportable en ese momento, que entonces accioné el dispositivo en mi cerebro que me llevaría a asesinarla, pero no sin antes, hacerle el amor una vez más.
Una amalgama de ternura y asco se revolcaba en mi garganta y entonces empecé a tocar su cuerpo femenino.
Me incliné sobre ella y le acaricié el cabello castaño y descuidado. Tan largo como lo eran sus pesares, tan maltratado como sus ideales. Entonces posé mis labios fantasma sobre su cuello, blanco, delicado, con olor a tabaco y a incienso.
–¡Maldita Bruja! –pensé, y seguí besándola.
Pasé mis manos de aire por sus minúsculos senos, iguales a los míos, por su cintura amplia y su entrepierna. Tan grotesca era aquella mujer que estaba bajo mi cuerpo gris, que no pude hacer otra cosa más que ignorar mis ganas de vomitar y seguir adorándola, por última vez, como nadie lo hacía desde hace mucho tiempo ni con ella, ni conmigo; y como nadie lo volvería a hacer.
Pasé mis uñas mordidas y filosas por sus muslos gruesos y arañados, bajé hasta sus píes y la seguí besando sin dejo de deseo.
Tan mía era y tan desagradable me parecía. Pero era mía, sólo mía, para mi odiosa desgracia. Solo las dos nos pertenecíamos, no había ningún hombre de por medio que nos salvará de la tediosa costumbre de enloquecer de pasión en la penumbra.
De mis dedos lagos hice tijeras y en un arranque de lujuria le atravesé el vientre.
¡Ah, que grito tan delicioso salió de su garganta dormida!
Con voz marchita imploraba piedad al vacío.
Fue tanto su dolor que quedó desmayada, con la boca torcida y el ceño fruncido.
En un segundo movimiento le corté la garganta y volvió a despertar, esta vez en la peor de sus pesadillas.
Toda ella estaba llena de sangre y luchaba conmigo sobre la cama, me daba zarpazos de gata herida, pero solo tocaba el aire y la nada.
La tomé de las muñecas, la sujeté a la cama y la besé con la lengua. Ella gritaba y lloraba más de lo que lo había hecho antes en toda su vida. Esa vida que compartí con ella y en la que nunca pude satisfacerla.
No hablaba, solo aullaba y yo la escuchaba y reía.
Sin fuerzas, se arremolinó sobre mis piernas, me vio a la cara, distinguiéndola en la oscuridad por primera vez.
–Gracias –me dijo con el último hilo de voz y me desprendí de ella para siempre.
Jamás volví a ver la sonrisa de la mujer que yo misma era. Y nadie puede decir que me autocompadezco, terminé con su dolor y terminé con el mío.
Desprendida de ese cuerpo, floto desde entonces en el universo. Sin amor, sin sonrisa, sin besos robados ni anunciados, sin caricias prolongadas y sin daños a terceros.
Quien diga que los muertos no existimos, es que no comprende el significado de la vida misma.

viernes, 16 de marzo de 2012

Crónica de una mala noche



10:30.- La loca se encuentra acostada sumergida a media luz, sus pesadillas han regresado y le es imposible dormir en la penumbra. Sueña con fantasmas que quieren comerse sus orejas y ahogar sus gritos de manera telekinésica.
11:00.- La televisión habla sola, se transmite el noticiero con sus malas y aburridas noticias de siempre, la loca escucha de un niño que mató a su perro mientras jugaba a ser sicario en la colonia Altavista.
Ella sólo quiere dormir, pero no puede dejar de observar el techo blanco de su habitación azul. Se acuesta de lado y se toca los brazos, se descubre algunas marcas de acné en su piel.
11:24.- Su cabeza duele, esta rota, desde mucho tiempo antes de que naciera. No esta cuerda, nunca lo ha estado. Lo odia todo, empezando por él. Ese que la besó y la dejo plantada amándolo en silencio. Se odia a sí misma, por ser tan anormal, por ser tan incomprendida y tan desequilibrada. Frágil.
Odia el transporte público, la ropa interior ajustada y los cepillos rojos con los que debe peinarse todos los días.
Odia tener que llegar a casa siempre, odia los mismos caminos que conducen a los mismos lugares.
11:38.- Su madre llega y la abraza por la espalda, le dice que todo estará bien. Pero mamá cordura no sabe de locuras.
–¿Crees que somos muy diferentes? –pregunta la loca
–Creo que eres muy negativa, tienes todo para ser feliz y no lo eres –responde la señora.
Pero no es verdad. La loca no tiene nada de lo que desea. No tiene la libertad de andar descalza por el mundo, tampoco puede andar desnuda e incluso se avergüenza de su propio cuerpo.
No tiene el premio Nóbel de literatura ni tampoco tiene el traje de superhéroe rosa que tanto deseó cuando niña.   
La loca no tiene amores agradables, no tiene sonrisas que ofrecer a los pobres de la calle. No tiene agallas para suicidarse, no tiene fuerzas para vivir.
Batalla para levantar los pies al caminar y para despertar con los rayos del sol por la mañana.
No tiene hambre, ni frío, ni sed. No tiene llaves para llegar a su casa en la madrugada. No tiene la libertad de abrazar a su propio perro por que la llena de pelos y estos son asquerosos para las demás personas.
1:48.- Ahora mismo quiere un cigarro, pero no puede prenderlo dentro de su cuarto. Un recinto que debería ser sagrado e impenetrable, como su mente, pero que ni siquiera puerta tiene y cualquier persona puede entrar a juzgarla de negativa.
2:00.- La loca espera la muerte, cruza los brazos sobre su pecho y se acuesta boca arriba, su abuela decía que siempre que alguien dormía en esa posición, se invocaba a los espíritus del inframundo.
–No duermas así, llamas a la muerte
Y la loca –entonces inocente –se inclinaba a un costado.
Pero ahora, no podía contener sus enormes ganas de morir y desafiando este consejo se acuesta justo de esta forma.
–¡Ven por mi! ¡Llévame contigo! ¡No quiero vivir!
Susurra la loca.
Pero la muerte no llega. Se ríe la culera y aplaude el episodio como si fuera la mejor de la comedias.
2:29.-Desesperada, se levanta, toma un lápiz y le escribe poemas en las paredes. Comienza a bailar con saltos.
Quiebra el televisor de una patada y abre la ventana para tomar aliento, entonces comienza a sonreír.
Sólo para entretenerse, canta tan fuerte que se despiertan los vecinos. Su perro aúlla de alegría a una luna redonda y llena, entonces la loca se hinca de piernas y de brazos a aullar junto con él.
Aúlla con el alma libre de albedrío, con la risa maquiavélica en el orgasmo de la libertad.
2:46.- Corre al baño, toma unas tijeras y corta su cabello negro. Cada mechón, un aullido más, un nuevo grito de placer.
Todo a su alrededor se disuelve, las cadenas de obediencia ciega, el uniforme de amor incondicional y el bozal para no decir imprudencias. Sola, feliz y loca, mundanamente desquiciada. Sin familia, sin pasado, sin daños a terceros que lamentar.
3:23.- La loca recoge su cabello del suelo, lo forja en un papel amarillento y empieza a fumárselo.
3:53.- Entonces sucede, llega la muerte con su traje negro y sucio a llevarse a La loca de una fiesta que no quiere irse.
La loca grita y siente como la piel se le desprende del cuerpo en una explosión que sucede dentro de ella. En un segundo aprecia el movimiento de su carne roja salpicándolo todo. Sus ojos casi caen al suelo fuera de sus cuencas…
4:59.- Entonces yo logro despertar, mojada de sudor y sofocada por las cobijas, un minuto antes de que suene el despertador.

  


jueves, 1 de marzo de 2012

Te tengo como yo quiero




No me mires con los ojos entrecerrados.
Soy real, no soy un sueño.
Si lo fuera, entonces sería una pesadilla, la peor que has tenido.
No soy tan bonita como para dejarte con la boca abierta, pero me gusta que la abras, me gusta meterte la lengua.
Mi placer es seducirte y hacer que caigas en los abismos  que quieres caer, también en los que estas evitando.
No me ignores, aquí estoy, agarrándote del pantalón, forcejeando con tu embriaguez, ¡Bésame!
Bésame así, como no lo haces en público, como no me has besado antes.
Muérdeme la boca, tócame donde nadie puede, así por encima de la ropa, como si fuera prohibido, ¡Mmmm! así.
¡Sigue!, ¡No te detengas mi adorado demonio!
 Arráncame quejidos involuntarios
–¡Ah!…
¿Me escuchas? Lo estoy disfrutando
Siéntame en tus piernas, soy tu muñeca, juega conmigo.
No me quites las manos de tu entrepierna, me gusta dejarlas ahí. Déjalas explorar a las traviesas.
–No hagas eso, después no me vas a aguatar.
¿Bromeas?, si eso es lo que quiero.
Vamos, inténtalo, acaríciame con las uñas, jálame el cabello, hazme estallar en gemidos
–¿Hacer que?
Me gusta meterme tus dedos a la boca, me gusta la cara que pones, me gusta verme en tus pupilas dilatadas
¡Si te confesara que poso desnuda para ti frente al espejo!, ¡Que en las noches sueño con este momento que quiero aproximar!
–¡Ya basta!  Mira como me tienes
¿Es una súplica o una petición formal?, te tengo como yo quiero, debajo de mí. Tu me tienes como muchos quisieran, pero a mi no se me nota ¡Já!... te tengo, eso es lo que importa
–¿Cómo?
¿Qué estas esperando? Pídeme que haga lo que quiero hacerte. Quiero hacerte todo, quiero que me adores, quiero que grites mi nombre y que al terminar no recuerdes otra cosa.
–¡Ya!
¡No quiero! Me gusta demasiado…pero tu indiferencia ha terminado por convencerme.
–¿Por qué?  
–Por que no podemos hacer nada ahorita
–¿No quieres ver lo que tengo debajo de la ropa?
–Si no te quedas a dormir conmigo, no
–No puedo
–Si puedes
–Perdóname  
Para la otra no te me escapas…