miércoles, 6 de noviembre de 2013

Deseos de cosas imposibles, después de una noche de hablar de más.

Sé que por ley natural, todo termina.
Sé que lo que sube baja y al revés; y sé que Dios así creó las cosas porque nada sobrevive al tiempo.
Pero espero, de verdad, que esto no termine hasta el final.
Aunque todos los días despierto con la posibilidad de que ese momento haya finalizado, yo no quiero vivir, ahora, para el momento en que de tus labios me entere que no volveré a verme en tus ojos.
No creo poder soportarlo.
Y no es demasiado pronto puesto que está ya claro que el tiempo es una metáfora, algo ambigüo que transcurre de manera inevitable, pero irrelevante.
No puedo decirme que ha pasado mucho o poco; no importa. Yo te quiero aquí, ahora que no estas.
Y así, igualito, te quiere mi insomnio, que quiere tener la certeza de que mañana será otro día contigo, y no una vida sin ti.
Por que la mejor versión de mi está aferrada a tu mano derecha, la que no usas; sentada en el asiento de copiloto de tu auto, prendida a tus labios apretados, revolviendo tu cabello, presa en los cristales de tu mirada.
No quiero vivir de otro modo, que no sea con la espera de tus "Buenos días" por las mañanas.
Te miro, en la piel de mis párpados cerrados. Te miro y te vuelvo mirar sin poderte tocar; yo deseo que estes conmigo esta noche y me enseñes a manejar.
Yo no quiero estar con nadie más, porque no hay nada mejor que me pueda pasar. Entérate de una vez, después de ti no hay nada más.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Te extraño, siempre te extraño.

Te extraño, no me importa cuando leas esto,
y si estás enojado conmigo, seguramente estoy pensando en pedirte perdón;
y si estoy enojada contigo, seguramente estoy  pensando en perdonarte.

Te extraño, no me importa cuántas veces leas esto,
y si es de día, seguramente te estoy pensando;
y si es de noche, seguramente te estoy soñando.

Te extraño, no me importa si no lees esto.
y si estoy con alguien más, seguramente estaría mejor contigo;
y si estoy sola; seguramente es porque estoy sin ti.

Te extraño, no importa si vivo o muero para cuando leas esto.
Te extraño, siempre te extraño.


lunes, 14 de octubre de 2013

Título adecuado: No disponible

¡Es que te quiero tanto!
Con tus ojos pequeños,
y tu cabello de lado.

Y tus sonrisas y tus mil gestos,
y tus miles de mariposas negras,
volando en la amargura de mis pantanos.

¡Es que te quiero tanto!
Que mejor me lo callo,
para que no suene falso.

Y guardo tu luz opaca dentro de mis párpados,
y guardo tu poema triste entre mis brazos,
y trato de consolarlo con mis besos,
y trato de arrullarlo con mi canto desafinado,
para que ya nadie pueda molestarlo,
y seas feliz.

Y te quiero tanto,
que no me lleno del universo de tu mirada,
y no me importan las calles cansadas,
y no me calma el saber que te veré mañana.

Mañana, siempre mañana, 
no hay mañana suficiente para quererte,
porque no hay mañana que dure para siempre.




sábado, 31 de agosto de 2013

Sesenta por minuto.


¿Te imaginas enamorarte de una misma persona sesenta veces diferentes?
Ahora imagina que eso pasara cada minuto al lado de ella.
¿Cómo será una vida así?
La miras a un lado de ti y observas su mirada, sus gestos; percibes su aroma y te sientes sorprendido y feliz de que esa persona exista, y algo te amarra a su presencia y no te deja ir.
Apenas empiezas a acostumbrarte a la sensación y pasa otro segundo, y la ves de nuevo, y sientes lo mismo desde al principio, otra vez; una y otra vez.
Te diré que es increíble como cada vez que respiras te sientes recién enamorado, y es difícil asimilarlo y tienes la necesidad de escribir, de cantar, de besarla, de tocarla, de sentirla cerca para sentir que estas completo.


Algo así me pasaba con él, y sin importar si hacía algo mal, lo olvidaba al siguiente minuto.
A veces me deshacía de esa locura, momentáneamente, pero entonces él decía mi nombre y yo caía de nuevo.
La última ocasión fue bajo la lluvia, caminábamos en la calle hacía una tienda después de que el sol ya se había ocultado en el horizonte.
Era enero, él ya tenía a alguien más y sin embargo, lo vi a un lado mío y por un momento regresó uno de aquellos segundos que habían transcurrido en el verano anterior; tal vez uno de esos se le escapó al reloj y se coló entre los dos en el momento menos esperado.
Me besó y continuamos nuestro camino sin más segundos cómo ese, tranquilos, como dos personas que no pueden deshacerse una de la otra, pero que tampoco pueden estar juntas;  y resignadas a ese destino como quien decide ya no luchar contra algo que está fuera de sus manos.
Eso ya fue hace casi dos años, y por hoy pude comprender lo terrorífico de esos recuerdos.
El tiempo entre un suceso y otro nos deja una sensación de irrealidad. Todos hemos pasado por ello cuando recordamos a alguien que ya murió, por ejemplo, y aunque sigue vivo en la conciencia tenemos la certeza de que ya no existe, y hasta se nos dificulta creer que en algún momento existió.
Ya no hay nada entre los dos, ni un intento de amistad ni nada, sólo imágenes dentro de mi cabeza rota dónde él aparece, y que son las únicas evidencias de que en realidad lo amé en algún momento.
No es que si lo viera hoy sintiera lo mismo, es que ya pasó demasiado tiempo desde que me enamoré, y ni siquiera me queda el consuelo de asimilar que un día sucedió.
Yo necesito asegurarme de que así fue, porque estoy segura que no pasará de nuevo, ni con él ni con nadie; y presiento que una vida sin enamorarme sesenta veces de alguien en un minuto no debe tener sentido alguno.
Por eso estoy triste ahora, preguntándome por la razón de las cosas, cuestionando el fin de la voluntad del destino, queriéndolo en mi memoria, pero sólo dentro de ella, sesenta veces por minuto. 


lunes, 26 de agosto de 2013

Desaparecer

¿Qué hacer cuando me ignoras?
Tu silencio me hace invisible,
y desde el viernes la luz del día no es suficiente para hacerme notar.

Lo intenté, intenté brillar;
y dejé de tener miedo porqué cada vez que te sentía cerca, se alejaba la oscuridad.

Pero a veces intentar no es suficiente,
a veces pueden más otras cosas ajenas a la voluntad,
que en mi caso es mucha,
y sigue destellando esperanza por las noches.

Llega la mañana y despierto con mis puños aferrados
a las manos que no me dejas tocar;
y levantándome con el pie izquierdo me voy convirtiendo un poco más en nada
con el paso de las horas.

Y creo que es mi culpa,
y creo que soy una víctima,
y creo que soy injusta;
y te llamo,
y te digo que te extraño.

Luego cuelgo y me siento tonta,
y siento que estoy perdiendo una batalla contra mi dignidad,
y me pregunto ¿Lo hice mal?

Y no quiero interrumpir nada,
no quiero estorbar,
no importa que tan mal me encuentre,
por ti me apago y me escondo más.

Entonces ¿Qué hago cuándo me ignoras?
No lo sé, 
aún,
solo doy un testimonio más de aquellas personas,
que sin poderlo evitar,
van desapareciendo poco a poco,
diluyendo su figura triste en el aire.

sábado, 24 de agosto de 2013

Insomnio

Estoy demasiado triste para creerte esta noche.
Demasiado triste para dormir, o para despertar; para tomar mí libro y leer, para revisar mis propios poemas o los de alguien más.
Es cómo si quisiera que la vida se suspendiera.
Estoy demasiado sola como para querer que alguien perturbe el silencio, y quisiera poder tener una plática decente, justo ahora, pero no puedo.
Me siento demasiado muerta para levantarme y tomar algo que calme mi sed, y aunque podría estar escribiendo alguno de mis sueños, mejor intento explicarte porque no hago lo que debería, aunque ni enterado estés.
Estoy demasiado enferma como para salir corriendo y gritarte que te quiero; y aunque mataría por hacerlo, te juro que no me quedan fuerzas para buscar una respuesta tuya ante esa declaración.
¿Sabes que haré antes de cerrar los ojos?
Rogaré a un ser invisible que te susurre mi nombre al oído, que te aleje de mí si pretendes hacerme daño, o que te acerque lo antes que pueda sí es que acaso eres tu quien puede hacerme sentir un poco más viva que de costumbre; si es que acaso me puedes querer tú a mí, un poquito más que yo a ti.

domingo, 18 de agosto de 2013

Sucesos

Pasa que un buen día, después de un gran golpe, alguien encuentra un pretexto para sonreír.
Pasa que sonríe todo el tiempo, y aunque regularmente no lo hace, en ese momento parece algo natural.
Pasa que todo mundo lo nota y se siente absurdo, pero no le importa.
Pasa que además de que sonríe, suspira y vive y canta hasta con el sonido de su sangre acelerada corriendo por sus venas.
Pasa que pierde la noción del tiempo, y no sabe sí fue mucho o poco, sus días dejan de tener fecha y se sorprende escribiendo a media noche.
Pasa que no se acuerda en que pensaba antes del accidente, y ese brillo en la mirada le queda perfecto, y pasa por el espejo y no encuentra su reflejo; ni le importa encontrarlo.
Claro, se peina, se viste y se cuida más que de costumbre; pero ese no es él, es alguien más divertido y feliz.
Pasa que no sabe cómo explicar lo que pasa y cree que todo está bien.
Pero luego, justo después del último latido salvaje de su corazón suicida, pasa que pasa algo y no se explica que es.
Pasa que se acuerda que todo había pasado ya, y pasa que tiene dudas. Pasa que el cielo truena y se confunde y no sabe que decir.
Pasa que se desespera y siente que la felicidad se le va de las manos. Y se siente ridículo y se da cuenta que nunca estuvo más lejos de la realidad.
Pasa que todo mundo lo nota y se siente enojado, y le importa demasiado.
Pasa que ese alguien no aprende la lección, pasa que ese alguien sigue soñando con imposibles, y entonces pasa que todo lo que pasaba ya pasó; regresa a la normalidad, y cotidianamente prendé un cigarro para tranquilizar sus nervios.

Pero también pasa que descubre que todo volverá a pasar, una y otra vez, en un ciclo que no tiene fin; porqué pasa que la persona que podría ayudarle a que otras cosas mejores pasaran, no se ha dado cuenta de lo que está pasando.

martes, 2 de julio de 2013

¿Qué pasó?

Basta un segundo para que todo cambie, para que un domingo por la tarde se convierta en tu pesadilla recurrente y aunque lo ansíes con todas las fueras de tu ser, no puedas regresar a casa para descansar.
Por enésima vez: no vi nada, no escuche nada, sólo sentí el golpe en mi pierna derecha, y de repente me vi en el suelo, hirviendo, sintiéndome como un perrito atropellado, pensando en trivialidades como mi celular y mi bolsa, mi canción favorita, un par de ojos negros y la última vez que había bailado hace dos días.
¿Qué hice? ¡Grité!
Grité para que yo misma supiera cuanto me dolía, cuanto me quemaba el pavimento, cuan viva aún seguía, a pesar del atropello y de todas ninguneadas que me han pasado los últimos meses.
Grité, como un recién nacido que está aprendiendo a respirar y vivir.
Después, rogué al Dios al que me cuesta trabajo rezar que llegara la ambulancia, que me eliminara de ese infierno, que podía ser peor pero que tal y como era me estaba matando de desesperación.
Durante tres horas estuve mirando el techo, inmovilizada, sin ver mis propias heridas. Lo más difícil fue ver la preocupación de mis padres desde arriba, sentir sus lágrimas en mis manos todavía llenas de mugre de las calles, de que también sintieron al igual que yo la fragilidad de mi cuerpo y de mi persona.
Yo no lloré de principio, no pude. Estaba y aún sigo preocupada por trivialidades, por el gasto del seguro, por el pago de la motocicleta, por el tránsito en mi cuarto que insiste en que fue mi culpa por no subir el puente peatonal, por mis pantalones rotos, por mi trabajo.
Necedades de un ser medio sonámbulo que aún a estas alturas se niega a despertar y descubrir que está vivo, maravillosamente vivo y adolorido.
Lo mejor, lo mejor de lo peor vino después. Cuando por fin pude enderezarme y ver a mi mamá serena, hablar con mi niña, descubrir que el teléfono no paraba de sonar, que allá afuera había gente que me quiere.
Y no es que no lo supiera antes, pero sentir tanto afecto de golpe es más reconfortante que todo el Valium que me metieron por las venas. Calambritos llegaban a mi pecho, y me hacían cosquillas.
Luego llegaron los amigos, esos que se conocen en el hospital. 
El que con una sonrisa llega y te dice que no seas tan marica; la que con los ojos llorosos te desviste y te obliga a tomar un baño; el que a escondidas llega a tu cuarto casi a media noche y te recuerda que te quiere, aunque tú ya no lo quieras, o ¿sí?
Llega la inesperada voz que te dice que tomes las cosas con filosofía, aquel que te levanta y te hace sentir que aún hay cosas muy importantes por las cuales vivir (el amor, por ejemplo), y sobretodo, llegan aquellos que te explican que todo se arregla con el tiempo, que la juventud es pasajera, así como las 6 semanas de reposo absoluto que te recetó la especialista.
Sí lloré, cuando estuve sola y nadie me dijo lo nena que me veía haciéndolo. Exploté, me sentí estúpida, torpe, y ningún abrazo me ha quitado ese sentimiento del pecho.
Extraño a mis demás amigos, los que no he visto aún. Las burlas de mi mejor amigo, la fiesta que vendrá el fin de semana y a la que no podré ir.
Quizá por eso escribo esto, pues siguen preguntándome como me siento.
Confundida, adolorida, sin más Valium, y con un ardor en el alma más grande que el de mi pierna derecha.
Buena experiencia.