sábado, 6 de septiembre de 2014

Bandera blanca, existo en son de paz.



Hoy te escribo directamente a ti, sin fingir que estas son sólo un montón de letras que salen de la nada. Te escribo a ti: me sigues haciendo falta.

Lo hago por que aún conservo la esperanza vaga de que te pasees por estos rumbos de vez en cuando, aunque sea por morbo.

No puedo escribirte de otro modo que no sea con la vista nublada, los labios abiertos para poder respirar y la idea de que me vas a leer.

Siempre te quise así, desde el principio, desde que te vi de pie frente a mi y me perdí en tus colores, tus aromas, tus contrastes.

Un día eras como un cazador y me perseguías en cada sombra de mi ser y al día siguiente; cuando estaba lista para que abrieras la boca y de un mordisco pudieras matarme, eras tan sólo un niño desilusionado que había abierto los regalos de navidad en noche buena y que había descubierto los calcetines y las bufandas que no quería.

Un día eras fuego y me quemabas, y tenía que aprender a lidiar con tus brasas; y otro día eras hielo, y llorabas sin lágrimas, tras una sonrisa de rutina.
Y yo amé todo eso, cómo pocas cosas.

Amé la noche que me recitaste tu historia triste, tu boca dulce cuando nos dimos nuestro primer beso, cuando me regalaste una rosa roja, y te dije que esa era el detalle más común que cualquiera tenía con cualquiera; y luego te mordí los labios durante la luz verde del semáforo y supe que tú eras todo, menos cualquiera.

Amaba nuestras reconciliaciones, tú forma tan exacta de llevarme a mi límite, hubiera perdido lo que queda de cordura por ti ¿sabes? 

¿Recuerdas cuando nos quedamos dormidos frente a mi casa, sobre tu carro? Cuando desperté estaba helada y era casi la media noche, lo único tibio que tocaba mi piel, era tu mano amarrada a la mía.

Desde aquel siete de septiembre que entraste a mi vida, eso eras para mi. Una mano tibia. Pude haber estado una eternidad en ese invierno, en tanto no me faltara eso.

Luego decías que yo te quería demasiado, y que eso te hacía sentir mal por no poder corresponderlo del mismo modo. Hoy quiero escribirte que, desde que no estás, he permanecido enamorada de tu fantasma, y cada día te quiero más y más; y quisiera odiarte por hacerme a un lado tan fácil, y quisiera desterrarte de mis recuerdos y sentarme en la banqueta a tocar la realidad con los dedos; pero sólo me pregunto cual es el límite de todo esto.

Me juré que estaría mejor sin ti, cómo nunca, y sólo he empeorado las cosas, porque me siento triste y confundida, por que me haces falta tú, porque no estoy pensando de una manera adecuada y cometo error tras error.

¿Cómo te lo digo? que de las cosas que más disfruto hacer, está la de juntar letras, formar palabras, hacer oraciones y dejar que hablen solas. Luego algunas personas las leen y me dicen que son un asco, y otras me dicen que les encantan.

Sinceramente es algo que no me importa demasiado. Pero.. ¿cómo te digo? que siento que nací para hacer esto, y sin embargo, si pudiera con mis palabras convencerte de que estuvieras conmigo, seguramente las escribiría en la pared de la escuela que está frente a tu casa, sin importar que luego no fuera capaz de volver a escribir nada más.

Pienso esto mientras abrazo la almohada, e intento recordar la sensación de abrazarte y poder abarcar tu perímetro, como se sentía meter mis índices en tus jeans y luego atraerte a mí. Pienso en esto mientras veo como se ha extinguido todo, y sólo quedan recuerdos de lo que ha sido el peor error de todos, enamorarme de ti.

Yo nunca fui para ti, soy como de otro planeta, uno donde las cosas no son tan simples ni tan mesuradas, y se te puede caer el cielo en miles de emociones. Y sin embargo, estoy convencida que fui diseñada para quererte, porque aún lo hago, y aún quiero mensajearte y decirte "Te extraño" para que tu respondas "Saludos" y yo sienta que el corazón me duele menos porque aún existes en el mundo.

Entonces, hoy, hoy quiero escribirte de nuevo "Te extraño, sacrificaría grandes cosas por tenerte conmigo, ya si no como pareja, como amigos, nadie llena este vacío, confío en que leas esto y sepas que estoy muy mal y que te necesito. Confío en que me quieras, aunque sea un poquito. Sé que todo está perdido, especialmente de este lado del andén, y sin embargo, creo que soy capaz de esperarte cada una de mis noches, hasta que muera, e incluso entonces te esperaré, aunque no vengas".


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