Quizá sólo sea el musgo,
que crece bajo tus pantalones.
Que sube por tu vientre,
que invade tu pecho caliente;
que me invitó a pasar,
a quedarme en silencio y contemplar el vacío,
mientras me picaba las orejas.
Quizá sólo sea tu voz bonita,
que me hace caminar como los patos,
sobre el agua del lago,
que me cuenta chistes sin gracia,
y me convence del milagro,
de reir de nuevo,
de ser mudana,
de dejarte entrar, aunque duela.
¡Me gusta que duela!
Quizá sólo sea tu sonrisa,
sus oyuelos solitarios,
mordisqueados,
saqueados como mi alma,
sin contenido;
como dos frascos abiertos,
y transparentes,
que me invitan a depositar todo ese amor mio,
que no es tuyo, ni es de nadie.
Quizá sean tus ojos que hablan,
y no dicen nada,
tus brazos que abrigan,
y no protegen;
tu saciedad fresca entre mis piernas,
que escurrió estando presa,
silenciosa, pero evidente.
¡Tan cínica y siniestra!
Quizá sea tu carácter ajeno,
que me sometió bajo su cuerpo moreno.
...
me vine y me regresé a dónde estaba antes de encontrate.
Y sin embargo te pienso,
sin pensarte,
te llamo sin voz,
y pienso en el accidente de tu cama,
tan caliente,
tan incómoda y mojada.
Y quiero tenerte de nuevo,
besar el musgo que crece bajo tus pantalones.
Decir: Te echo de menos, tengo ganas de tí esta noche.
lunes, 16 de junio de 2014
domingo, 15 de junio de 2014
Quizá debí decir adiós.
Quizá debí decir: “Adiós, que tengas una buena vida”, pero me resultaba falso decirlo. Uno se despide de alguien cuando no lo verá nunca más, y yo te tengo metido en el fondo del todo. Ahora, estoy segura que pasaran dos cosas, y ambas cosas están bien.
La primera será que el tiempo seguirá con su recorrido acostumbrado de los siglos por los siglos. Pasara una semana, dos, quizá tres, y en casos muy extremos es probable que pase el resto de mi vida, y siga pensando en tí.
Al principio con mucha frecuencia, todos los días, todo el tiempo. Después, con más distancia, dos o tres veces a la semana, después serás sólo un recuerdo, y cuando escuche algunas canciones o vea algunos detalles no podré evitarlo y evocaré tu vida con la mía.
Las primeras veces será casi imposible decir buenos días o buenas noches, y me alejaré de las cosas que recordaban a tí, porque no es sano andar llorando por los rincones.
Pero al final, cuando todo acabe, en cierto momento sabré que hice bien en quererte, y hablaré de mis sentimientos en pasado y la vida no será tan turbia, menos entonces a unos pasos de la muerte.
La segunda será la más dramática, la que divide mi alma en dos. Pasará determinado tiempo, puede ser una semana o dos, quizá tres, y en casos muy extremos en probable que pase el resto de tu vida, y sigas pensando en mí.
Siempre con mucha frecuencia, todos los días, todo el tiempo.
Descubrirás que algo le hace falta a tu cuerpo y te rascaras las partes donde te besé.
Extrañarás mi voz diciendo tu nombre, mi mano tomando la tuya, nuestra presencia entre tus amigos. Verás que te has mentido, que solo no puedes, que todo pasa demasiado rápido para complicarse las cosas.
Sabrás que quieres estar conmigo, que no fue suficiente lo que te di y que quieres más; y en un caso extravagante y alterno que nada de esto llegara a pasar, simplemente querrás volver para que alguien haga con tu cuerpo, lo que hice yo en la intimidad.
Quizá debí decir “Adiós, que tengas una buena vida”, pero estoy segura que me esperan noches sin dormir, lágrimas resistentes en mis pupilas, baños largos que no podrán limpiar mi alma, canciones escuchadas mil veces, letras que fluyen para llenar tu ausencia, y hasta cigarros que intentarán suplir tus labios.
Quizá debí despedirme, pero estarás en mi vida durante algún tiempo, y aunque te niegues a estar conmigo, te veré todos los días.
Sólo quiero ser madura, afrontar esto como algo que ya ha pasado antes y que sólo me ha convertido en un ser mayor. No quiero dramas, nunca los quise, todo lo que quiero es paz y amor.
La primera será que el tiempo seguirá con su recorrido acostumbrado de los siglos por los siglos. Pasara una semana, dos, quizá tres, y en casos muy extremos es probable que pase el resto de mi vida, y siga pensando en tí.
Al principio con mucha frecuencia, todos los días, todo el tiempo. Después, con más distancia, dos o tres veces a la semana, después serás sólo un recuerdo, y cuando escuche algunas canciones o vea algunos detalles no podré evitarlo y evocaré tu vida con la mía.
Las primeras veces será casi imposible decir buenos días o buenas noches, y me alejaré de las cosas que recordaban a tí, porque no es sano andar llorando por los rincones.
Pero al final, cuando todo acabe, en cierto momento sabré que hice bien en quererte, y hablaré de mis sentimientos en pasado y la vida no será tan turbia, menos entonces a unos pasos de la muerte.
La segunda será la más dramática, la que divide mi alma en dos. Pasará determinado tiempo, puede ser una semana o dos, quizá tres, y en casos muy extremos en probable que pase el resto de tu vida, y sigas pensando en mí.
Siempre con mucha frecuencia, todos los días, todo el tiempo.
Descubrirás que algo le hace falta a tu cuerpo y te rascaras las partes donde te besé.
Extrañarás mi voz diciendo tu nombre, mi mano tomando la tuya, nuestra presencia entre tus amigos. Verás que te has mentido, que solo no puedes, que todo pasa demasiado rápido para complicarse las cosas.
Sabrás que quieres estar conmigo, que no fue suficiente lo que te di y que quieres más; y en un caso extravagante y alterno que nada de esto llegara a pasar, simplemente querrás volver para que alguien haga con tu cuerpo, lo que hice yo en la intimidad.
Quizá debí decir “Adiós, que tengas una buena vida”, pero estoy segura que me esperan noches sin dormir, lágrimas resistentes en mis pupilas, baños largos que no podrán limpiar mi alma, canciones escuchadas mil veces, letras que fluyen para llenar tu ausencia, y hasta cigarros que intentarán suplir tus labios.
Quizá debí despedirme, pero estarás en mi vida durante algún tiempo, y aunque te niegues a estar conmigo, te veré todos los días.
Sólo quiero ser madura, afrontar esto como algo que ya ha pasado antes y que sólo me ha convertido en un ser mayor. No quiero dramas, nunca los quise, todo lo que quiero es paz y amor.
lunes, 2 de junio de 2014
Carta de la idolatría.
“…Ten la seguridad que si me nombran de pronto
reina del mundo entero, mi primera acción sería obligarlo a caer de rodillas
para adorarte”
-Marqués de Sade, Julieta y el vicio
ampliamente recompensado.
No sabes lo
dichosa que soy al poder cerrar los ojos y estar contigo siempre que hay el
silencio y la soledad que es necesaria para lograr transportarme a tus brazos.
Sentir tu
existencia. Apretar los párpados y poder recorrerte con mis manos de los pies a
las ideas, poder besarte, morderte, arañarte, oler tu fragancia que termina por
impregnarme.
No hay cosa
que pueda yo añorar más que estar contigo. Estoy convencida que la empresa de
tus besos es la única a la que vale la pena apostarlo todo, lo demás puede
fallar o funcionar, pero sólo una cosa tiene sentido y es el hecho de que existas
en mí el resto mis días. Eres lo mejor que me ha pasado, y no pretendo que
nadie lo entienda.
Es que aún
tengo tanto amor y tanta pasión en mí, y son sólo para ti, y quiero dártelo
todo antes de desaparecer. Quiero ahogarte en mi ser y llevarte al cielo o al infierno o hasta el
fin del mundo si es a ese lugar a dónde quieres ir.
No pido que
tú me des lo mismo, si acaso la mitad, porque dudo que haya en este mundo un
ser humano con la capacidad de querer a otro ser humano de la misma forma en la
que yo te quiero a ti. Ni siquiera tú podrías, tan lleno de virtudes y destrezas, conozco tus limitaciones, y
las afectivas son muy reducidas.
Lo que tú pudieras llegar a sentir siempre
sería una gota de agua comparada con el océano de mis afectos.
Y si, tal vez
estoy enferma, pero soy afortunada de estarlo a causa tuya, y es una enorme bendición esa en mi ser lleno de enmendaduras, poder sentir el amor sin horizontes,
poder escribirte y creer que me lees, y complacerme con la sola idea de estar
enamorada de ti.
Un bucle sin final, de aquí para siempre, el amor circulando en mis venas, pregonando tu nombre, calmado su impaciencia recordando lo que era, llenándose de tu ser como un mendigo saboreando el pastel desde atrás de la vitrina, satisfaciendo el hambre sólo con la sensación de tenerlo en la lengua.
Tuya hasta
el fin de mi vida, yo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)