Dicen que
disque soy más cabrona que bonita, que no me debería de andar con mamadas y
debería de mejorar tantas y tantas cosas que hay en esta casa que está en
ruinas.
Dicen que
disque las mujeres debemos de ser cabronas, y algunas atrevidas aseguran que
debemos de tratar a los hombres como los pendejos que disque son, que yo la
verdad ya no creo que sean pendejos, si acaso se hacen, los culeros, porque
saben que igual seremos muy cabronas pero igual siempre los queremos.
Dicen que
disque las cabronas no se apendejan por cualquier cosa y van por la vida
sabiendo lo que valen y sabiendo que valen mucho.
Y sí, soy
una cabrona, que hace no lo que quiere, sino lo que puede, nada más por el
pinche puto placer de hacerlo.
Qué habla a
gritos y manda a la verga lo que no quiere, así de sencillo. Qué no rodea las
cosas, que te dice lo que piensa al chile, y si te gusta ¡Qué al pedo! y si no,
te manda a la chingada.
Soy una
cabrona, es cierto, y siendo así no cualquier pendejada hace que pierda los
estribos.
Lo cierto
es que la vida misma está llena de mamadas que a veces no son fáciles de
soportar, y soy tan cabrona que me río de esas mamadas y digo ¡Vales verga,
pendejo! ¡Te pones a tono, o no te pones, putito!
Pero
díganme ¿De quién se puede enamorar una cabrona, sino es de un cabrón?