Sé que por ley natural, todo termina.
Sé que lo que sube baja y al revés; y sé que Dios así creó las cosas porque nada sobrevive al tiempo.
Pero espero, de verdad, que esto no termine hasta el final.
Aunque todos los días despierto con la posibilidad de que ese momento haya finalizado, yo no quiero vivir, ahora, para el momento en que de tus labios me entere que no volveré a verme en tus ojos.
No creo poder soportarlo.
Y no es demasiado pronto puesto que está ya claro que el tiempo es una metáfora, algo ambigüo que transcurre de manera inevitable, pero irrelevante.
No puedo decirme que ha pasado mucho o poco; no importa. Yo te quiero aquí, ahora que no estas.
Y así, igualito, te quiere mi insomnio, que quiere tener la certeza de que mañana será otro día contigo, y no una vida sin ti.
Por que la mejor versión de mi está aferrada a tu mano derecha, la que no usas; sentada en el asiento de copiloto de tu auto, prendida a tus labios apretados, revolviendo tu cabello, presa en los cristales de tu mirada.
No quiero vivir de otro modo, que no sea con la espera de tus "Buenos días" por las mañanas.
Te miro, en la piel de mis párpados cerrados. Te miro y te vuelvo mirar sin poderte tocar; yo deseo que estes conmigo esta noche y me enseñes a manejar.
Yo no quiero estar con nadie más, porque no hay nada mejor que me pueda pasar. Entérate de una vez, después de ti no hay nada más.
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