sábado, 6 de septiembre de 2014

Bandera blanca, existo en son de paz.



Hoy te escribo directamente a ti, sin fingir que estas son sólo un montón de letras que salen de la nada. Te escribo a ti: me sigues haciendo falta.

Lo hago por que aún conservo la esperanza vaga de que te pasees por estos rumbos de vez en cuando, aunque sea por morbo.

No puedo escribirte de otro modo que no sea con la vista nublada, los labios abiertos para poder respirar y la idea de que me vas a leer.

Siempre te quise así, desde el principio, desde que te vi de pie frente a mi y me perdí en tus colores, tus aromas, tus contrastes.

Un día eras como un cazador y me perseguías en cada sombra de mi ser y al día siguiente; cuando estaba lista para que abrieras la boca y de un mordisco pudieras matarme, eras tan sólo un niño desilusionado que había abierto los regalos de navidad en noche buena y que había descubierto los calcetines y las bufandas que no quería.

Un día eras fuego y me quemabas, y tenía que aprender a lidiar con tus brasas; y otro día eras hielo, y llorabas sin lágrimas, tras una sonrisa de rutina.
Y yo amé todo eso, cómo pocas cosas.

Amé la noche que me recitaste tu historia triste, tu boca dulce cuando nos dimos nuestro primer beso, cuando me regalaste una rosa roja, y te dije que esa era el detalle más común que cualquiera tenía con cualquiera; y luego te mordí los labios durante la luz verde del semáforo y supe que tú eras todo, menos cualquiera.

Amaba nuestras reconciliaciones, tú forma tan exacta de llevarme a mi límite, hubiera perdido lo que queda de cordura por ti ¿sabes? 

¿Recuerdas cuando nos quedamos dormidos frente a mi casa, sobre tu carro? Cuando desperté estaba helada y era casi la media noche, lo único tibio que tocaba mi piel, era tu mano amarrada a la mía.

Desde aquel siete de septiembre que entraste a mi vida, eso eras para mi. Una mano tibia. Pude haber estado una eternidad en ese invierno, en tanto no me faltara eso.

Luego decías que yo te quería demasiado, y que eso te hacía sentir mal por no poder corresponderlo del mismo modo. Hoy quiero escribirte que, desde que no estás, he permanecido enamorada de tu fantasma, y cada día te quiero más y más; y quisiera odiarte por hacerme a un lado tan fácil, y quisiera desterrarte de mis recuerdos y sentarme en la banqueta a tocar la realidad con los dedos; pero sólo me pregunto cual es el límite de todo esto.

Me juré que estaría mejor sin ti, cómo nunca, y sólo he empeorado las cosas, porque me siento triste y confundida, por que me haces falta tú, porque no estoy pensando de una manera adecuada y cometo error tras error.

¿Cómo te lo digo? que de las cosas que más disfruto hacer, está la de juntar letras, formar palabras, hacer oraciones y dejar que hablen solas. Luego algunas personas las leen y me dicen que son un asco, y otras me dicen que les encantan.

Sinceramente es algo que no me importa demasiado. Pero.. ¿cómo te digo? que siento que nací para hacer esto, y sin embargo, si pudiera con mis palabras convencerte de que estuvieras conmigo, seguramente las escribiría en la pared de la escuela que está frente a tu casa, sin importar que luego no fuera capaz de volver a escribir nada más.

Pienso esto mientras abrazo la almohada, e intento recordar la sensación de abrazarte y poder abarcar tu perímetro, como se sentía meter mis índices en tus jeans y luego atraerte a mí. Pienso en esto mientras veo como se ha extinguido todo, y sólo quedan recuerdos de lo que ha sido el peor error de todos, enamorarme de ti.

Yo nunca fui para ti, soy como de otro planeta, uno donde las cosas no son tan simples ni tan mesuradas, y se te puede caer el cielo en miles de emociones. Y sin embargo, estoy convencida que fui diseñada para quererte, porque aún lo hago, y aún quiero mensajearte y decirte "Te extraño" para que tu respondas "Saludos" y yo sienta que el corazón me duele menos porque aún existes en el mundo.

Entonces, hoy, hoy quiero escribirte de nuevo "Te extraño, sacrificaría grandes cosas por tenerte conmigo, ya si no como pareja, como amigos, nadie llena este vacío, confío en que leas esto y sepas que estoy muy mal y que te necesito. Confío en que me quieras, aunque sea un poquito. Sé que todo está perdido, especialmente de este lado del andén, y sin embargo, creo que soy capaz de esperarte cada una de mis noches, hasta que muera, e incluso entonces te esperaré, aunque no vengas".


miércoles, 6 de agosto de 2014

Hoy quiero ser feliz

Claro que aún pienso en ti, aún te lloro todas las noches, sin falta.
Todo es fabuloso desde que te fuiste, como si fuera un consuelo del destino, la suerte me sonríe.
Pero como no me sonríes tú, el mundo gira de manera incompleta, y es como un autobús de pasajeros que sigue el camino con los asientos llenos, pero sin ti.
Cuando te fuiste quería morirme, pero me di cuenta que todos lo haremos algún día y lo hacemos siempre sin poder evitarlo.
Me revelo contra mi impulso, e intento disfrutar el viaje, a pesar de todo.
Intento disfrutar a los amigos, la música, el trabajo, mis letras, el tabaco, la bebida, los encuentros casuales, las tardes rosas, las parrandas, y en general cualquier cosa que me mantenga lejos de la melancolía.
Hoy quiero ser feliz, hoy quiero ser radiante, hoy quiero tocar las cosas que no podré tocar estando tres metros bajo el suelo.
Aún te extraño, y nada significa nada por que no me quieres más, pero ya tendré tiempo para morir en paz y dedicarte mi último pensamiento, y repetirme que te extraño y que aún te espero.
Aún te quiero.
¿de verdad no piensas siquiera un poco en mí?

martes, 15 de julio de 2014

Silogismo encabronado

Dicen que disque soy más cabrona que bonita, que no me debería de andar con mamadas y debería de mejorar tantas y tantas cosas que hay en esta casa que está en ruinas.
Dicen que disque las mujeres debemos de ser cabronas, y algunas atrevidas aseguran que debemos de tratar a los hombres como los pendejos que disque son, que yo la verdad ya no creo que sean pendejos, si acaso se hacen, los culeros, porque saben que igual seremos muy cabronas pero igual siempre los queremos.
Dicen que disque las cabronas no se apendejan por cualquier cosa y van por la vida sabiendo lo que valen y sabiendo que valen mucho.
Y sí, soy una cabrona, que hace no lo que quiere, sino lo que puede, nada más por el pinche puto placer de hacerlo.
Qué habla a gritos y manda a la verga lo que no quiere, así de sencillo. Qué no rodea las cosas, que te dice lo que piensa al chile, y si te gusta ¡Qué al pedo! y si no, te manda a la chingada.
Soy una cabrona, es cierto, y siendo así no cualquier pendejada hace que pierda los estribos.
Lo cierto es que la vida misma está llena de mamadas que a veces no son fáciles de soportar, y soy tan cabrona que me río de esas mamadas y digo ¡Vales verga, pendejo! ¡Te pones a tono, o no te pones, putito!

Pero díganme ¿De quién se puede enamorar una cabrona, sino es de un cabrón?

jueves, 10 de julio de 2014

A quien corresponda

Empecé mal… empecé mal desde antes, mucho antes de que todo esto pasara.
Yo debí de haber sido el amor de tu vida, tú debiste haber sido el primer hombre al que yo amara con tantas fuerzas que al mirarte sintiera mi corazón brincando de felicidad.
Tú debiste ser el primero que me hiciera sentir una princesa, que con tan sólo mirarme me hiciera sentir la mujer más bonita y bella del mundo.
Tú debías llenar mis horas, besar esas partes de mi alma que nadie más podía besar, que te correspondía a ti; porque tu eras el referente a todo lo que precedía y tenías la obligación de prepararme, de enseñarme a quererme, como ningún hombre lo hará nunca.
Tú debías indicarme que todos son unos pendejos, que no necesitaba a nadie a más que a mí.
¡Es que era tu maldita obligación!
Tú tenías que aparecer antes que nadie, y soportar mi locura. Tú tenías que sentirte orgulloso de mí, y tenías que mostrarme que puedo comerme al mundo si yo quiero.
Yo tenía que tomar primero tu mano, y la de nadie más, y caminar así. Tú deberías de ser el hombre de mi vida, y no uno al que apenas y conozco.
Y ahora me dices que te vas, pues bueno, vete, tú debías aparecer desde un principio y no a estas alturas.
Y no porque no fueras el primero, significa que haya dejado de amarte; no porque no seas ni mi héroe, ni mi príncipe azul, significa que no te extrañe o que no te ame con todas las fuerzas de mí ser.
Sólo quería decirlo, admitirlo, que tú tenías que estar ahí, que tú tenías que ayudarme a crecer con el corazón sano y no roto.

¿Qué no te has fijado que los padres son como los Dioses en las mentes de los hijos?

domingo, 6 de julio de 2014

Peor que la friendzone.

Éramos buenos amigos, quizá es lo que más extraño. Tener un cómplice, alguien con quien valiera la pena cerrar la puerta, cambiar de dirección en el coche, dejar que el mundo siguiera y encerrarse sin razón aparente.

Éramos buenos amigos, extraño esos secretos, esas cosas de las que hablábamos, que hacían referencia a cosas que sólo tu y yo sabíamos; como un lenguaje alternativo que nada más tu y yo conocíamos.

Era bueno sentir como el alma me regresaba al cuerpo cuando te abrazaba, sin decir una palabra, mi sangre recobraba fuerza y volvía sentir que todo marchaba bien.

Me gustaba cuando decías "Esto nunca lo he hecho con nadie" "Yo no hago esto por nadie"; me hacía sentir especial, me hiciste sentir especial; aunque al final no lo fuera.

Quizá es lo que más extraño, sentirme especial para ti. Éramos buenos amigos, y sin importar a donde fuera, estaba perfecto si iba contigo. Los videojuegos, la comida chatarra, tus amigos que luego se hicieron míos. Extraño eso.

Éramos buenos amigos, y nada más importaba más que los viernes que llegabas a mí, que me hablabas de esa forma rara para hacerme reir y quedar mal con mis vecinos. Las galletas con leche sabían bien sólo contigo. Detesto las galletas y detesto la leche.

Podía hablar sin parar después de un día atareado, y mientras manejabas tu me decías: "Continúa, no te estoy ignorando, me gusta escucharte", y nos peleábamos por saber quien pondría su música, y casi siempre ganaba yo.

Éramos buenos amigos, y por eso bailaba contigo, aún y cuando hicieras esos gestos raros burlándote de todos, me daba un poco de verguenza, pero me daba más risa, y me reía contigo. Yo tampoco sabía bailar, sólo lo hice contigo.

Por esa complicidad entre los dos, te permití que cruzaras límites que ni yo sabía que existían, yo confiaba en ti, por qué éramos buenos amigos.

Extraño poder confiar en alguien, poder seguir a alguien, te extraño a ti y a todo el universo que nos rodeaba cuando nos tomábamos de las manos.


Éramos buenos amigos, quizá tu necesitabas algo más, lo siento, te di todo lo que quedaba.

Desafortunadamente insomne.

Ella es nocturna, trasnochera, insomne; y se me posa en la nariz cada vez que siento que él no está.
Es como si tuviera un sexto sentido para adivinar el momento justo en el que no debería aparecer, y entonces camina, sigilosa, se me posa en la punta de la nariz, y me la espanto con las manos.
Hay algo de belleza en eso, por alguna razón las personas la encuentran hermosa.
Alguna vez lloré en sus brazos, mientras sentía su frío corazón palpitando en mis oídos; desde entonces debí de haber entendido ciertas cosas, porque ella nos miraba a los dos, melancólica, sin decir nada.
Alguna vez le dije a él que su estancia en mi vida había sido como sacarme la lotería; lo sentí muchas veces así, cuando el sol brillaba en sus ojos verdes sentía que no podía ser mas afortunada. Y bueno, ahora que he perdido el boleto, ya no me siento con la misma suerte.
Ahora somos sólo yo y ella, escribiendo, cantando, maldiciendo, viendo la muerte de los días y las parejas felices infestando el verano.
A veces creo que ella lo extraña más que yo, no es fácil soportarme por tiempos prolongados.
Yo lo extraño a él, y sueño con el momento en que vuelva a escuchar su voz diciendo mi nombre. Cuando eso pase, mis tímpanos harán una fiesta tan ruidosa que los relampagos de la tormenta apenas y serán percibidos.
"Karen...Karen"...me susurra el recuerdo, ¿o será ella la que me está llamando para irme a dormir?

lunes, 16 de junio de 2014

Hombre de pastizales.

Quizá sólo sea el musgo,
que crece bajo tus pantalones.

Que sube por tu vientre,
que invade tu pecho caliente;
que me invitó a pasar,
a quedarme en silencio y contemplar el vacío,
mientras me picaba las orejas.

Quizá sólo sea tu voz bonita,
que me hace caminar como los patos,
sobre el agua del lago,
que me cuenta chistes sin gracia,
y me convence del milagro,
de reir de nuevo,
de ser mudana,
de dejarte entrar, aunque duela.

¡Me gusta que duela!

Quizá sólo sea tu sonrisa,
sus oyuelos solitarios,
mordisqueados,
saqueados como mi alma,
sin contenido;
como dos frascos abiertos,
y transparentes,
que me invitan a depositar todo ese amor mio,
que no es tuyo, ni es de nadie.

Quizá sean tus ojos que hablan,
y no dicen nada,
tus brazos que abrigan,
y no protegen;
tu saciedad fresca entre mis piernas,
que escurrió estando presa,
silenciosa, pero evidente.

¡Tan cínica y siniestra!

Quizá sea tu carácter ajeno,
que me sometió bajo su cuerpo moreno.

...
me vine y me regresé a dónde estaba antes de encontrate.

Y sin embargo te pienso,
sin pensarte,
te llamo sin voz,
y pienso en el accidente de tu cama,
tan caliente,
tan incómoda y mojada.

Y quiero tenerte de nuevo,
besar el musgo que crece bajo tus pantalones.
Decir: Te echo de menos, tengo ganas de tí esta noche.

domingo, 15 de junio de 2014

Quizá debí decir adiós.

Quizá debí decir: “Adiós, que tengas una buena vida”, pero me resultaba falso decirlo. Uno se despide de alguien cuando no lo verá nunca más, y yo te tengo metido en el fondo del todo. Ahora, estoy segura que pasaran dos cosas, y ambas cosas están bien.

La primera será que el tiempo seguirá con su recorrido acostumbrado de los siglos por los siglos. Pasara una semana, dos, quizá tres, y en casos muy extremos es probable que pase el resto de mi vida, y siga pensando en tí.

Al principio con mucha frecuencia, todos los días, todo el tiempo. Después, con más distancia, dos o tres veces a la semana, después serás sólo un recuerdo, y cuando escuche algunas canciones o vea algunos detalles no podré evitarlo y evocaré tu vida con la mía.

Las primeras veces será casi imposible decir buenos días o buenas noches, y me alejaré de las cosas que recordaban a tí, porque no es sano andar llorando por los rincones.

Pero al final, cuando todo acabe, en cierto momento sabré que hice bien en quererte, y hablaré de mis sentimientos en pasado y la vida no será tan turbia, menos entonces a unos pasos de la muerte.

La segunda será la más dramática, la que divide mi alma en dos. Pasará determinado tiempo, puede ser una semana o dos, quizá tres, y en casos muy extremos en probable que pase el resto de tu vida, y sigas pensando en mí.

Siempre con mucha frecuencia, todos los días, todo el tiempo.

Descubrirás que algo le hace falta a tu cuerpo y te rascaras las partes donde te besé.

Extrañarás mi voz diciendo tu nombre, mi mano tomando la tuya, nuestra presencia entre tus amigos. Verás que te has mentido, que solo no puedes, que todo pasa demasiado rápido para complicarse las cosas.

Sabrás que quieres estar conmigo, que no fue suficiente lo que te di y que quieres más; y en un caso extravagante y alterno que nada de esto llegara a pasar, simplemente querrás volver para que alguien haga con tu cuerpo, lo que hice yo en la intimidad.

Quizá debí decir “Adiós, que tengas una buena vida”, pero estoy segura que me esperan noches sin dormir, lágrimas resistentes en mis pupilas, baños largos que no podrán limpiar mi alma, canciones escuchadas mil veces, letras que fluyen para llenar tu ausencia, y hasta cigarros que intentarán suplir tus labios.

Quizá debí despedirme, pero estarás en mi vida durante algún tiempo, y aunque te niegues a estar conmigo, te veré todos los días.

Sólo quiero ser madura, afrontar esto como algo que ya ha pasado antes y que sólo me ha convertido en un ser mayor. No quiero dramas, nunca los quise, todo lo que quiero es paz y amor.

lunes, 2 de junio de 2014

Carta de la idolatría.

“…Ten la seguridad que si me nombran de pronto reina del mundo entero, mi primera acción sería obligarlo a caer de rodillas para adorarte”
-Marqués de Sade, Julieta y el vicio ampliamente recompensado.

No sabes lo dichosa que soy al poder cerrar los ojos y estar contigo siempre que hay el silencio y la soledad que es necesaria para lograr transportarme a tus brazos.

Sentir tu existencia. Apretar los párpados y poder recorrerte con mis manos de los pies a las ideas, poder besarte, morderte, arañarte, oler tu fragancia que termina por impregnarme.

No hay cosa que pueda yo añorar más que estar contigo. Estoy convencida que la empresa de tus besos es la única a la que vale la pena apostarlo todo, lo demás puede fallar o funcionar, pero sólo una cosa tiene sentido y es el hecho de que existas en mí el resto mis días. Eres lo mejor que me ha pasado, y no pretendo que nadie lo entienda.

Es que aún tengo tanto amor y tanta pasión en mí, y son sólo para ti, y quiero dártelo todo antes de desaparecer. Quiero ahogarte en mi ser  y llevarte al cielo o al infierno o hasta el fin del mundo si es a ese lugar a dónde quieres ir.

No pido que tú me des lo mismo, si acaso la mitad, porque dudo que haya en este mundo un ser humano con la capacidad de querer a otro ser humano de la misma forma en la que yo te quiero a ti. Ni siquiera tú podrías, tan lleno de virtudes y destrezas, conozco tus limitaciones, y las afectivas son muy reducidas.

Lo que tú pudieras llegar a sentir siempre sería una gota de agua comparada con el océano de mis afectos.
Y si, tal vez estoy enferma, pero soy afortunada de estarlo a causa tuya, y es una enorme bendición esa en mi ser lleno de enmendaduras, poder sentir el amor sin horizontes, poder escribirte y creer que me lees, y complacerme con la sola idea de estar enamorada de ti.

Un bucle sin final, de aquí para siempre, el amor circulando en mis venas, pregonando tu nombre, calmado su impaciencia recordando lo que era, llenándose de tu ser como un mendigo saboreando el pastel desde atrás de la vitrina, satisfaciendo el hambre sólo con la sensación de tenerlo en la lengua.

Tuya hasta el fin de mi vida, yo.





sábado, 31 de mayo de 2014

¡Déjenme dormir!

Hay un momento del día en específico en el que la miseria humana se hace presente toda junta, amontada frente a los ojos adoloridos, y me hace decir “Maldito mundo de mierda”…sucede cada vez cinco segundos después de despertar.

Siempre he creído que el sueño es algo sagrado de cada individuo que debe respetarse y honrarse tanto como se hace con el cuerpo y el alma, como si fuera un ente propio que viene y nos visita a diario para ayudarnos a olvidarlo todo y de esa manera renovarnos por completo y darnos la oportunidad de reinventarnos un poco después del amanecer.

Y sin embargo, la vida esta ideada de cierto modo que yo tenga que despertar a cierta hora y tenga que dormir a otra; ambas cosas nunca suceden por mi voluntad.

No dormir lo suficiente sólo le da aliento a mi histeria, cosa para nada agradable. Y de verdad, he sido tan insoportable estos últimos dos meses que incluso he estado pensando en la seria e importante posibilidad de yo también abandonarme y conseguirme un gato o dos.

Tal vez sólo necesito que me dejen dormir, que me dejen cerrar los ojos y no abrirlos a menos de que así lo quiera, a menos de que me sienta lista para enfrentar ese momento de miseria humana al que yo le llamo “la mañana”.

Primero escucho algún ruido, lo que sea, algo que por lo general es irritante, algo como el sonido del despertador, de la televisión, del perro o de mi respiración (¿qué cosa no es desagradable en la mañana?) y salgo de ese estado de inexistencia, se encienden mis ojos apagados y hacen un escaneo automático y tan rápido que es casi imperceptible, sobre la situación en la que me encuentro: lugar y tiempo.

Tal vez siga soñando despierta un poco, después de todo lo hago varias veces sin importar si es en la mañana o no, esos cinco segundos recapitulan toda mi historia hasta ese momento.

Ya es tarde; me doy cuenta que apenas y he dormido bien “lo que se dice bien” unas cuatro o cinco horas, o quizás menos a juzgar por cómo se siente el resto de mi cuerpo.

El insomnio es horrible, se lo deseo al peor de mis enemigos, ¡Qué no duerma el culero!


En resumen:

"¿En qué estábamos? 5…4…3…2… 1 ¡Ah, sí! ¡Maldito mundo de mierda!"



Y se me va el día deseando que sea de noche para poder dormir, y se me va la noche deseando que sea otro día. Todo es temporal, no hay mal que dure cien años.

Es que no estoy lista para enfrentar está realidad en la que estoy, quizá nunca he estado lista del todo para enfrentar ninguna de las realidades a las que me he tenido que acostumbrar. Quizá mañana busque una almohada y ahogue a alguien, quizá deban dejarme morir para poder nacer otra vez.

Quizá sólo necesito dormir, más nunca despertar.


En conclusión, dejen de estar chingando y déjenme llorar y dormir. 

PD: Dejen de decirme que sonría, nadie me da órdenes.



miércoles, 30 de abril de 2014

Peor que cuando vas a comprar condones.

Han pasado varias semanas así, y aunque de repente tomo la determinación de no seguir igual, después me doy cuenta que no está en mis manos. 

Basta una palabra, un gesto, una imagen, un nombre, una canción, y los lagrimales se activan sin remedio.

Y qué decir si esa explosión ocurre algunos minutos antes de la comida, las entrañas se niegan a recibir alimento y me piden que devuelva lo que todavía no entra. 

Y si son unos minutos antes de dormir, los ojos se abren de par en par y se siente el corazón latiendo adolorido, como si fuera algo que pudiera doler.

A veces, algo me aplasta el pecho y se me dificulta la respiración, y tratando de no mojar mis ojos digo: Nada, no me pasa nada.

Como si pudiera pasarme algo distinto todos los días.

Te acercas a la farmacia, con cautela, para comprar algo que hace mucho que no utilizas. Al llegar, te percatas que alguien más esta a un lado de la caja, en una cálida charla con la farmaceuta.
–Buenas noches
–Buenas noches señorita ¿Qué necesita?
–Vengo a preguntar por unas pastillas, se llaman Remotiv
La empleada te ve con duda, y su compañero igual
–¿Para qué son?
La cara se te calienta, se te pone roja, y casi, casi, no reconoces el sentido de la vergüenza en tu ser. Saldrías corriendo, pero, ya es tarde.
–Para la depresión.
El tipo se retira sin despedirse de la empleada, como huyendo de un posible contagio. Ella, te da la espalda para buscar la medicina en uno de los estantes.
–No, no hay, hace mucho tiempo que no me la surten.
–¿Sabe cuál es el componente activo?
La mujer te ve con lástima, ¿Por qué?, intentas no mirarla a los ojos mientras te dice que buscará en el almacén. Acto seguido, regresa triunfante con la caja en las manos.
–¡Aquí esta! Lo que pasa es que me las cambiaron de presentación, pero son estas.
Sonríe contigo como cuando la gente les sonríe a las personas que tienen cáncer, piensas, ¿tan jodida me veo?
 –¿Cuánto cuestan?
   –Ciento noventa con ochenta y nueve
Suspiras, entonces ella pregunta ¿Qué pasa?
–Nada, es que además de estar deprimida, estoy pobre
–Para lo segundo no tengo pastillas
–Lo sé. Démelas de cualquier forma.

Al salir, las palabras de Luis me resuenan en la cabeza: “La depresión son puras mamadas, la gente está triste porque quiere, a la gente le gusta hacerse la víctima”

Ojalá me vieras ahora comprando pastillas; seguramente estarías cagándote de la risa. Quizá algo siga mal aquí adentro, ya sabes, dentro de está cosa descompuesta que tengo por cerebro.

Total, ni que fuera Prozac.

¿Algún buen samaritano que me regale eso?




      

domingo, 27 de abril de 2014

Quizás debería dejar de ser menos yo y más cualquier otra cosa.

No logro entender la conducta de algunas de mi congéneres, que salen a la calle prácticamente disfrazadas; parecidas a cualquier otra cosa menos a ellas mismas.

Vistiendo sus cuerpos con prendas diseñadas por personas que no las conocen, y que de hecho, tienen estándares femeninos muy lejanos a las mujeres promedio.

Con kilogramos de maquillaje que terminan por transformar sus facciones en algo que no les pertenece a ellas, algo que en algunos casos ni siquiera pertenece a este mundo.

No entiendo el uso cotidiano de artefactos de tortura como son los tacones, la ropa interior de encaje, las uñas postizas que están diseñadas para que no puedas bajarte o subirte el cierre de los jeans, y todo tipo de parafernalia excéntrica, metódica, a la que no le encuentro sentido alguno.

No es no haya usado maquillaje de vez en cuando, cuya función, me contaron, es resaltar los rasgos femeninos como los pómulos, las pestañas largas y la finura del rosto, aunque no entiendo de qué forma eso me hace bonita.

También me he visto en la obligación de subirme a tacones, y mi estilo al caminar cambia radicalmente, yo lo llamaría: Pasitos de yegua recién parida.

De la ropa interior de encaje mejor ni hablamos, que antes prefiero no usar nada, a usar algo que no me cubre nada pero cuya presencia en el día lastima más que el sonido del despertador después de una noche de parranda.

La otra vez estaba sentada leyendo unos textos en mi trabajo, cuando uno de los molestos operadores llegó y me dijo: ¡Oye, cosa rara!

Y sí, soy rara, camino y hablo medio rarito; y no hablo de esa diferencia que dicen que te hace especial y única como en los anuncios de toallas sanitarias, sino que hablo de esa rareza que te hace un poco más fea de lo que en verdad eres.

Lo raro es pariente de lo feo. Quizás, yo necesito más que mis congéneres de esos accesorios superfluos e imprácticos; pero no los uso, no sé hacerlo.

Soy la mujer “nada más”…

“Eres muy bonita y muy inteligente, nada más te hace falta cuidarte más, nada más te hace falta bajar de peso, nada más te hace falta usar otro tipo de ropa/ maquillarte/dejar de fumar/dejar de tomar/cruzar la pierna al sentarte/no decir majaderías/enderezarte/ser segura de ti misma/no morderte las uñas/ ser femenina/usar aretes/ser más dulce y ya con eso”

Y ya con eso entonces no sé que sería, quizá la mujer más frustrada del mundo.

Y sin embargo, ellas, las que su única gracia es tomarse fotos “pa’l face” y ser “agradable” a la vista de no sé quién. Ellas a las que no entiendo ni siquiera un poco, ellas tienen novio, tienen un iphone, ganan más dinero y hacen menos trabajo.

Ellas no batallan, y su única competencia son las demás que son como ellas. A este paso, podré hacer muchas cosas, podré escribir libros, podré hacer una maestría o dos o tres y un doctorado si es que quiero.

Pero los hombres no se masturban con la inteligencia de las mujeres, y aunque así fuera, me tiene sin cuidado con que se masturben los hombres.

“Moriré sola papi, sola; y si tengo algo de suerte, con un gato” le dije a mi papá mientras me comentaba que era lo que debía de hacer yo y que era lo que querían los hombres.

Yo, la cosa rara, quizás por mera "practicidad", debería dejar de ser un poco menos Karen y un poco más cualquier otra opción.


Quizás.

viernes, 25 de abril de 2014

Día 23, fail.

Yo confieso ante todos ustedes, con las manos apestosas y la cara pálida, que he fumado. He recaído en el vicio, a los 23 días de haber iniciado mi proeza de alejarme lo más que pudiera de las cosas que me hacen daño.
Debo admitir que me creí invencible, aún y cuando moría un poco más de lo normal cada momento, y en alguna parte de mi duelo se me acabó la fuerza de voluntad y prendí un cigarro y empecé a besarlo.
Debo admitir que en ese lapso de poder recibí halagos, muestras de reconocimiento, de haber llegado lejos, de poder hacer cualquier cosa.
Y no tengo cara para sostener que lo sigo siendo. Es por eso que con algo de vergüenza les digo esto, y estoy haciendo uso de mi fuerza para admitir que he caído de nuevo, que he vuelto a mis vicios, a todos, incluso a algunos que ustedes no conocen y que no me atrevo a confesar de manera pública.
No me gusta como huelo, y sin embargo, huelo a mí misma.
Porque ¿saben? Es cómodo ser uno mismo, es fácil y sencillo creerse uno como es y salir a pasear, y ligar tipos feos en el transporte público, y decir majaderías al que te vende la cena, y mandar a la mierda a los hombres y nunca cansarte de comprobar, una y otra vez, que todos son iguales, y que la única diferencia entre sí es que unos son amigos, otros familia, y otros atractivos.
¿Y qué? Yo también soy igual a todas, yo también tengo lo mismo, en menor y mayor proporción. Yo también lloró con la película de eclipse, y con los cólicos menstruales, y con las canciones de PSY, y con la mención de cierto artista de cierto nombre que se llama igual que cierta persona.
Yo también lloro por todo, ¡joder!
Quizá la fuerza provenga de aceptar que somos imperfectos, que olemos a tabaco y a sudor, y que las cosas son así y así hay que vivirlas, que nunca usaré tacones ni pesaré sesenta kilogramos, que soy una bolita de masa con ojos y cabello que dice cosas estúpidas cuando esta triste porque le gusta ver sonreír a la gente.
¡Vengan a mí reclamos!, ¡vengan a mi esas palabras!, bájenme de ese pedestal de vieja cabrona y culera y chingona; que puede que lo sea, pero me ha ganado el vicio y mis ansias de ser imperfecta.



PD: Al irte dijiste que era porque yo te quería demasiado, te recuerdo que siempre te querré de la misma manera, aunque cada vez te extrañe menos. Y aun con todo eres un tonto, y nunca dejarás de serlo. Tonto.

miércoles, 26 de marzo de 2014

El sádico universo y el perrito atropellado.

No necesito decir mucho para que la gente sepa que algo me pasó. Es algo que se huele a kilómetros de distancia. Cuando me veo obligada a salir a la calle las personas no me miran a los ojos, bueno, simplemente no me miran.
Mis amigos más cercanos se limitan a preguntarme cosas que no toquen ese punto incómodo, y mi familia me abraza y me llena de besos como si fuera yo un cachorro adolorido que recogieron de la calle.
Cómo cuando sabes que alguien tiene un granito en la cara, y misteriosamente no dejas de hablar de sus zapatos nuevos. La zona incómoda está ahí, y se me nota por todos lados.
Me siento más fea que nunca, con un vestido estrafalario y negro, tampoco es que tenga muchas ganas de ir y hacer las cosas que nunca me gusta hacer, como comprarme ropa, por ejemplo.
Me siento gorda y fea y enana, como una anciana de veinticuatro años.
No es fácil sonreír, de hecho, no es fácil hacer ninguna cosa.
“¿Todavía nada?” Me preguntaron ahora y dije que no, fingiendo desdén,  con una media sonrisa. Como si fuera algo que tuviera remedio, que no estuviera  fuera de mi control y que no doliera como clavos en los pies.
Odio las fotografías, era de dar risa la dificultad con la que tuve que posar para la cámara hoy para la sesión de fotografías de la empresa. Trabajo nuevo, amigos nuevos, pero ese algo es tan horrible, que hasta parece que el viento siente pena por mí y me acaricia el cabello. Como un animal resignado entrando al matadero.
Es algo obvio, me duele, está ahí, y no se va ir en un buen tiempo. Es más, temo que no se va a ir nunca. No exagero, es algo más grave de lo que pudiera parecer, y aunque la causa regresara ahora para solucionarlo todo, lo cierto es que poco o nada podría hacer.
Ya se cayó y se rompió y duele como astillas en los huesos.
Si vez a un limosnero por la calle, lo sano sería no prestarle atención, o ayudarlo con un par de monedas. Y sin embargo, el universo tiene un complot misterioso para picarme justo donde duele, para poner las canciones que no quiero escuchar, para pronunciar el nombre prohibido, para cuestionarme por las cosas de las que no quiero hablar, como un periodista incisivo que quiere ponerme en evidencia frente al mundo entero y decir “Mírenla, ¡Es tan estúpida!, lo que le pasó es horrible, burlémonos de ella”.
¿Qué gana usando su varita de madera y lastimando el punto podrido de mi ser? ¿Será acaso un placer morboso de Dios, ese de causarme un moretón y luego apretármelo con fuerza?
Cómo si no fuera ya molesto andar dando lástima con mi existencia, apestando a tristeza todo lo que me rodea, sintiéndome gris en un mundo de colores, helando con mis manos cualquier cosa que toco. La cosa más sencilla, la más sutil, se me cae de las manos y escucho las risas desde el cielo. 


domingo, 23 de marzo de 2014

Se creía normal hasta que se perdió en la ciudad sin ceniceros.

Y no es hasta que estas en una sala llena de personas, que acaban de decirte su nombre, que sonríen entre sí y parecen alegres de estar juntos; que te das cuenta de lo grande que es el mundo y de lo pequeño que eres tu.
Algunas personas dirán “Eso no le pasa a ella” “Ella puede hacer amigos en cualquier sitio”, lo cierto es que soy la persona más antisocial que conozco y el trato con gente nueva es algo que me produce una sensación de vacío en el estómago.
La razón por la que mi entorno piensa y cree que soy extrovertida, se debe a que siempre estoy hablando y expresando lo que pienso; pero eso, eso es algo que tampoco puedo evitar. Así como no puedo dejar de sentir como mi voz se hace inaudible cuando alguien me pregunta algo, o como tiendo a sonrojarme si a alguien se le ocurre sonreírme al chocar miradas.
No sé en que radica la diferencia, pero hay días en los que soy un poco más sociable que otros. Hay momentos en los que le hago plática a cualquier ser humano que me ve a los ojos, e incluso bromeo casi con cualquier persona. Sin embargo, hoy me siento pequeña y solitaria, como un puntito negro en una pared llena de palabras. Unos días así, otros me tiemblan las piernas si debo pedir algo. Y luego la gente piensa que soy una lunática maleducada.
Cómo ese momento en el que debo darle la mano a alguien para saludar, algo tan natural como eso me pone a pensar en que tan fuerte debo dar el apretón (aunque mi mamá me enseñó que muy fuerte para inspirar confianza, siempre temo fracturar los nudillos de alguien), a dónde debo de mirar mientras se efectúa la operación "saludo", como debo sonreír, ¿debo decir algo?.
Lo mismo ocurre cuando dejo de ver a alguien mucho tiempo, y repentinamente lo encuentro en mi camino. Hablo de esas personas con las que conviviste en algún momento pero que no son precisamente amistades cercanas.
Al reconocer algún rosto lo primero que pienso es ¿será?, y eso se debe a mi muy distraída memoria visual. Después me digo ¿Se acordará de mi? ¿Qué le pregunto? ¿Cómo se lo pregunto? ¿Y si lleva mucha prisa? Entonces prefiero no ser yo la que de el paso a la iniciativa, prefiero evitar el ridículo y el rechazo, dos cosas que me hacen sentir terriblemente estúpida, y eso último es algo imperdonable.
Por otra parte, no me gusta estar conmigo por tiempos muy prolongados. Soy una persona muy aburrida para mi misma, y tiendo a la locura sino hablo con alguien sobre lo que siento o pienso. Es como una salida de escape de una olla de presión, que puede explotar, en cualquier momento, y que aún y con esa salida explota de vez en cuando.
Es por eso que para mi las redes sociales son como una clase de bendición del cielo, sin embargo, justo ahora quisiera alguien que se riera conmigo sin que me hiciera sentir incómoda, alguien que me tomará del brazo y me dijera “vente, vamos a la placita esa dónde viste los osos y los conejos de madera” y aunque yo diría “odio esa placita, además la gente me ve raro cuando ando por la calle” encantada me levantaría de esta silla y emprendería un recorrido por esta ciudad.
Ahora me doy cuenta que traje una cámara fotográfica para no usarla, porque detesto salir en fotografías. También me doy cuenta que en mi play list la mayoría de las canciones hablan de cosas en las que no quiero pensar, y que si uso los audífonos por más de 3 horas seguidas, me duelen los oídos.
La sobrecama entró a mi habitación hace unos momentos, casi pude sentir vergüenza por el vaso con ceniza que dejé en la mesa a falta de ceniceros, pero es el contacto humano menos incómodo que he tenido en las últimas veinticuatro horas. El bar del hotel está cerrado hoy domingo, y aunque estuviera abierto, no había nadie como ayer que llegué, y aunque hubiera alguien, no podría llegar y decir “Hola, soy de Juárez, la ciudad dónde matan gente, no tengo nada interesante que hacer ni alguien que escuche sobre mis problemas emocionales, ¿quieres hablar conmigo?”
Me siento como un gran punto, como un fantasma, y empiezo a acostumbrarme a esa sensación repentina de no existir.

Quizá no sea tan grave.

Nada gana el horizonte...

Mientras el reloj cambia de minuto, y la luz de la pantalla hace que aparezca una sombra fantasmal en el peinador, me pregunto si vale la pena seguir atesorando los besos que no te he dado.
Pasan los días y se cuelan entre mi piel, las pastillas hacen su efecto en mi sistema y pierdo las fuerzas pensando ¿cuánto tiempo habré de quererte tanto así?
La noción del todo es distinta ahora, ahora que no tengo que esperar a que regreses. Pero a mí me gustaba esperarte, me gustaba juntar mis ganas de ti como una serie de post it en mi pizarra, y un par de horas apenas bastaban para descargar la agenda en tus brazos.
Me pregunto si a ti te gustaba que te esperara, si te gustaba que siempre saliera de esa puerta, fingiendo naturalidad, aferrando mi bolsa a mí costado derecho, abriendo el barandal para escuchar que me pidieras un beso.
Y luego, al regresar, esperar que me ayudaras a cerrar todo de nuevo, y darnos otro beso a través de los barrotes para después verte bostezar y desaparecerte en la calle vacía.
Duele eso. Duele esa puerta que no tocas, y esas rejas que ya no son testigo de mi compulsión por no desapartarme de ti hasta que te tuvieras que marchar.
Me pregunto si te gustaba que te mordisqueara la mano, que te fuera a buscar cuando estabas enojado, que acariciara la panza de tu mascota para que no ladrara cuando estuviera contigo, o que te tomara de la cintura cuando estábamos con tus amigos.
¿Tendrá sentido seguir recordándolo todo una y otra vez?
Si estuvieras aquí ahora, seguramente estaría quejándome de las malas instalaciones de esta habitación. Si no fuera tan incómodo llamarte, ahora, seguro lo haría, sólo por escuchar la forma graciosa en la que hablas cuando estas adormilado.
Me pregunto si pensarás en mí ahora, pero es seguro que la respuesta es algo que no quisiera conocer jamás.
Cuando decidiste irte de mi vida, lo hiciste de tal manera que todos nos creímos el cuento de que sería como si jamás hubieses existido.
Y hablo por mí y por todos esos besos que no te he dado,  y que me sigo preguntado si valdrá la pena aún atesorarlos.
Nos hiciste creer que no estarías aquí, pero sigues tan presente como siempre. De nada sirve tapar el sol con un dedo. Y te odio por eso.

miércoles, 19 de marzo de 2014

Something in the fridge

Así como los ociosos abren el refrigerador para saber si aún hay comida adentro, o más bien para demostrar que la luz siempre se va a apagar al cerrar la puerta nuevamente; así en estos días abro mi cabeza para saber si todavía existes ahí.
Se abre la puerta... ¿alguien vive?... nada... se cierra.
Y mágicamente la intuición me dice que la luz se ha apagado, me invade el terror por ese pequeño ser que podría estar atrapado en el reino del frío.
Se abre la puerta... ¿dónde te escondes?... nada... se cierra.
Pero yo sé que está ahí dentro, lo siento. Es decir, no hablo de un electrodoméstico, está sobre mí todo el tiempo, lo escucho aguantarse la risa.
Quizá esa cosa esté descompuesta, ya sabes, esa cosa rara que tengo dentro del cráneo.
¡Espera un momento!
¡Ya te vi!...¿a dónde fuiste?...nada....se cierra.


lunes, 17 de marzo de 2014

Pokemón

Tu Machop intenta aprender el movimiento “Dejar de pensar en ti y no tener ganas de llamarte”, pero ya ha aprendido suficientes movimientos ¿Quieres que olvide alguno?

sábado, 22 de febrero de 2014

Mis carencias

No me alcanza el aire para quererlo,
y mi nariz ajetreada inhala profundo;
para no ahogarme y besarlo de nuevo.

No me alcanza la luz para mirarlo,
y mis ojos entrecerrados le dicen: Te quiero;
y mis labios lo siguen atacando.

Navego en suspiros eternos,
porque no me alcanzan las horas a su lado;
de minutos lentos y cortos se llena mi vida,
de minutos lentos y cortos
                                      y verdes 
                                                  y amados.

Si él supiera que aun no se ha ido,
que aun me tiene en sus brazos;
si él supiera que aun sigue conmigo,
¡Y yo, ya comienzo a extrañarlo!

No me alcanza el aire para quererlo,
y mis pulmones trabajan a marchas forzadas;
no me alcanzan los adioses en los barrotes negros,
no me alcanzan las puntitas de los pies levantados.

No me alcanza el aire para quererlo,
no me alcanza la razón para demostrárselo.

martes, 4 de febrero de 2014

39 Razones por las que sabes que estas enamorada.

1.- Dices cosas ñoñas a la una de la madrugada.
2.-Tu lo ves guapísimo, no te cansas de verlo, ni en fotos ni en persona, él te dice ¿Qué? Y tu dices ¡Nada! Y sigues viéndolo.
3.-No te impresiona el poder de seducción de ningún otro hombre, todos son iguales, todos son aburridos, nadie te gusta lo suficiente como para decir que te gusta.
4.-Su mamá te pone nerviosa.
5.-Su papá, su hermana y todas las personas que lo aman te ponen nerviosa.
6.-Cuando hueles su camisa, sientes como tus pupilas se pierden en algún punto dentro de tus párpados cerrados.
7.-No te sientes capaz de negarle nada. Aunque lo eres, ¡Vaya que lo eres!
8.-Si está concentrado en algo, te gusta desconcentrarlo con besos y arrumacos.
9.-Te sientes hermosa cuando caminas de su mano, o te tiene en sus brazos.
10.-A todo mundo le hablas de él.
11.-Le cocinas cuándo se da la oportunidad.
12.-Juegas videojuegos.
13.-Le hablas a sus amigos de lo importante que es él para ti, y luego ellos no te creen y te ven con cara de briaga, pero tu sabes que es cierto.
14.-Cualquier cosa es menos importante que sus besos, así sea el transporte público, así sea el cigarro.
15.-Te sientes afortunada de conocerlo y tenerlo contigo.
16.-A veces, te desespera demasiado
17.- …pero luego te das cuenta que no lo quieres para nada lejos de ti.
19.-…de hecho, te gustaría tenerlo algo más que cerca todo el tiempo.
18.-Te saltas número en la lista de cosas que estás escribiendo.
20.-Intentas verte bien para él.
21.-Tienes su foto de fondo en el celular, en la computadora y en cualquier electrónico que se deje.
22.-Odias a las asiáticas.
23.-Lo primero que piensas en la mañana es “Debo darle los buenos días”
24.-Su pecho es como un fuerte contra cualquier emoción negativa.
25.-Puedes enojarte cuando quieras y cuanto quieras, sabes que volverás a llamarle y no le dirás que estás enojada.
26.-Te enorgullecen sus logros.
27.-Se vuelve parte de tu mundo, y no te estorba, como el resto de las demás cosas y personas.
28.-Las manos te huelen a el, y las hueles y las hueles
29.- …y las hueles, y las hueles.
30.-Sabes que tiene el poder de destruirte, pero confías en él.
31.-Sabes que nada más importa, porque sólo se vive una vez.
32.-…y las hueles y sonríes y piensas en él.
33.-Hace cosas raras, que sólo a ti te gustan.
34.-Amas a su perro.
35.- Las vuelves a oler.
36.-Si tienes frío piensas en un solo tipo de abrigo.
37.-Tienes al menos unas 30 canciones que te recuerdan a él.
38.- ¿Mas razones? Sabes que estás enamorada, no hay nada más que decir.
39.- Aunque nadie te crea.


martes, 28 de enero de 2014

Madrugada de haters

Estas son 40 cosas que Dios, de existir, debería aplastar con sus dedos gigantes.
1.-Los artistas que hacen covers.
2.-Las canciones, libros y demás cosas que recuerdan a las exes de los novios.
3.-Los programas para adolescentes de Nickelodeon.
4.-Los tipos que me ofrecen comida y me la quieren vender con el argumento de que no engorda.
5.-Los Currículums Viate.
6.-El pendejo que inventó los Currículums Vitae.
7.-Los priístas.
8.-Los recuerdos del pasado que provocan verguenza.
9.-Los pantalones talla 5 e inferiores.
10.- Todos los tacones del mundo.
11.- ... y los sostenes.
12.-Los tipos aferrados de los bares que te quieren besar.
13.-Las novias de los tipos aferrados de los bares, a los que tu quieres besar.
14.-Las clasificaciones de las películas.
15.-Los homofóbicos.
16.-Los xenofóbicos.
17.-Los xilofóbicos.
18.-Los banqueros que te piden que hagas la firma igual que en la credencial de elector.
19.-Las motocicletas que atropellan peatones.
20.- Los motociclistas que niegan a sus exnovias.
21.- ... esos últimos sin piedad, por hijos de puta.
22.-Todas las cucarachas del mundo.
23.-Los inviernos de toda mi vida.
24.-Los días sin que hacer.
25.-Los despertadores.
26.-Los perros que ladran en la madrugada.
27.-Las madrugadas en las que no puedo dormir pensando en volver al pasado.
28.-Las camas vacías, de sábanas frías.
29.-Los videos de coreanas bailando.
30.-A las coreanas mismas.
31.- ...todas las asiáticas, para estar seguros.
32.-Las marcas de condones que vienen en paquetes de dos y no de tres.
33.-Los veladores de todas las bibliotecas del mundo.
34.-La estúpida araña de Limbo.
35.- ... y la lider del gimnacio, Fantina, de Pókemon.
37.-Los relojes de todo el planeta.
38.-Los tipos horribles que me piden mi teléfono en la calle.
39.-Mi incertidumbre.
40.- ... y esta maldita lista de cosas.