El duendecillo triste de mi ser de posa
frente a la ventana. Observa la lluvia caer y acaricia su larga cabellera
marchita y sin brillo, empapada de melancolía. Se come la uñas de la impaciencia y se
tranquiliza aspirando el aroma de la tierra húmeda.
Su cara pálida muestra unas enormes ojeras. Emite un profundo suspiro cada cinco minutos.
Jamás había perdido el sueño por nada y
hacía mil noches que no recordaba lo que era amarte a distancia, que no pensaba
siquiera en volver a verte, pero ahora… ahora piensa y reflexiona en cada célula
de tu cuerpo, impresas cada una en una serie de recuerdos sin número de folio, en el expediente de lo que nunca se ha resuelto.
Navega en el interior de ese sentimiento
que ya no recuerda como surgió pero que no ha muerto del todo, a pesar del
tiempo perdido, a pesar de la búsqueda frustrada y ociosa de la felicidad en
otros lados.
La tarde muere y él sigue posado frente a
la ventana, observando la lluvia caer.
La tormenta es horrible, ¡Tenebrosa!, ¡Maléfica! pero,
aunque asustado, no quiere que termine.
Alberga la esperanza de que dure lo suficiente, hasta
que llegues; entonces tendrá el pretexto perfecto para acurrucarse en tus
brazos y refugiarse hasta el amanecer.
Me encanto, como todo lo que escribes. Me convertiré en tu seguidor y cuando sea grande seré como tú.
ResponderEliminarJajaja.. gracias, pero no seas como yo, el pobre mundo no tiene la culpa
Eliminarme gusto bastante, definitivamente inspirada...
ResponderEliminar:)
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