Aún recuerdo la primera vez que te vi sonreír,
con la vista perdida no sé en donde y la voz pausada guardándose no sé cuantas
palabras. Tengo presente el temblor de tu boca cuando me hablas y el brillo de
tus ojos cuando me miras, siento el estigma de tus labios cerca de los míos,
besándome fríamente en la cara.
Y así como me vez de golpeada, aún tengo
fuerzas para defenderme de mi propio ataque de seducción que rebota en tus
manos de concreto cuando me acerco a ti.
Por eso, te juro que no te tomaré en serio
nunca.
Si me dejas estar contigo.
Te doy mi palabra de que jamás imaginaré
tus manos apretando las mías, caminando por el parque a la luz del sol
moribundo de la tarde.
Jamás insistiré en llamarte mío solo por el
placer morboso de que el mundo nos vea como uno solo. No perfumaré tu camisa
con mi fragancia, no desperdiciaré mis poemas en tus oídos.
No extraviaré mis besos en tu piel, me los
llevaré cuando te vayas. Si prometes regresar, te juro que no te llamaré a
media noche para oírte, ni te escribiré mensajes plagados de clichés. A esa
hora probablemente estaré dormida, soñando tonterías.
Tampoco voy deletrear tus letras en las
hojas de mi libreta de reportera, es sabio ahorrar papel en tiempos de crisis.
Me comprometo a nunca presentarme ante tus
padres, ni llamarte “mi novio” frente a mis amigos. Nadie sabrá de nuestros
encuentros furtivos, nadie conocerá nunca a que saben tus lunares… si me dejas
probarlos.
No voy a suspirar cuando escuche tu nombre,
ni voy a soñar despierta cuando escuche a Arjona… tal vez cuando escuche a Zoe,
en sus canciones que hablan sobre planetas y universos.
Ni creas que voy a pensar en ti todo el
tiempo, sólo un poco, en las mañanas, cuando amanezca con ganas, o con resaca.
Luego me levantaré y seguiré con mi día
Mi vicio del cigarro sobrevivirá, quizá
cuando te vea me perfume las encías.
Tu libertad estará intacta, serás libre de
decir “Ya Basta” cuando así lo desees. No creas que te detendré, no me gusta
correr detrás de nadie.
Cuando te bese, no lo haré con amor. Cada
caricia que recibas de mi será mera urgencia transformada en dedos. Si mis pupilas
se dilatan se deberá a la poca luz que habrá en la habitación.
Si mis manos tiemblan es por que estaré excitada
de tenerte frente a mí. Ya sé, de repente puedo recargar mi cabeza sobre tu torso
desnudo y tu corazón me empezará a hablar con latidos, pero no significa nada, ¡Te
lo juro!, es sólo que estoy cansada.
Quiero que vengas y entres y te vayas. Si
te gusta, ¡Regresa!, sino te gusta ¡No vuelvas!
Eso sí… antes de irte, apaga la luz y llévate
cualquier migaja de cariño, finalmente, no las necesito.
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