domingo, 18 de agosto de 2013

Sucesos

Pasa que un buen día, después de un gran golpe, alguien encuentra un pretexto para sonreír.
Pasa que sonríe todo el tiempo, y aunque regularmente no lo hace, en ese momento parece algo natural.
Pasa que todo mundo lo nota y se siente absurdo, pero no le importa.
Pasa que además de que sonríe, suspira y vive y canta hasta con el sonido de su sangre acelerada corriendo por sus venas.
Pasa que pierde la noción del tiempo, y no sabe sí fue mucho o poco, sus días dejan de tener fecha y se sorprende escribiendo a media noche.
Pasa que no se acuerda en que pensaba antes del accidente, y ese brillo en la mirada le queda perfecto, y pasa por el espejo y no encuentra su reflejo; ni le importa encontrarlo.
Claro, se peina, se viste y se cuida más que de costumbre; pero ese no es él, es alguien más divertido y feliz.
Pasa que no sabe cómo explicar lo que pasa y cree que todo está bien.
Pero luego, justo después del último latido salvaje de su corazón suicida, pasa que pasa algo y no se explica que es.
Pasa que se acuerda que todo había pasado ya, y pasa que tiene dudas. Pasa que el cielo truena y se confunde y no sabe que decir.
Pasa que se desespera y siente que la felicidad se le va de las manos. Y se siente ridículo y se da cuenta que nunca estuvo más lejos de la realidad.
Pasa que todo mundo lo nota y se siente enojado, y le importa demasiado.
Pasa que ese alguien no aprende la lección, pasa que ese alguien sigue soñando con imposibles, y entonces pasa que todo lo que pasaba ya pasó; regresa a la normalidad, y cotidianamente prendé un cigarro para tranquilizar sus nervios.

Pero también pasa que descubre que todo volverá a pasar, una y otra vez, en un ciclo que no tiene fin; porqué pasa que la persona que podría ayudarle a que otras cosas mejores pasaran, no se ha dado cuenta de lo que está pasando.

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