viernes, 25 de abril de 2014

Día 23, fail.

Yo confieso ante todos ustedes, con las manos apestosas y la cara pálida, que he fumado. He recaído en el vicio, a los 23 días de haber iniciado mi proeza de alejarme lo más que pudiera de las cosas que me hacen daño.
Debo admitir que me creí invencible, aún y cuando moría un poco más de lo normal cada momento, y en alguna parte de mi duelo se me acabó la fuerza de voluntad y prendí un cigarro y empecé a besarlo.
Debo admitir que en ese lapso de poder recibí halagos, muestras de reconocimiento, de haber llegado lejos, de poder hacer cualquier cosa.
Y no tengo cara para sostener que lo sigo siendo. Es por eso que con algo de vergüenza les digo esto, y estoy haciendo uso de mi fuerza para admitir que he caído de nuevo, que he vuelto a mis vicios, a todos, incluso a algunos que ustedes no conocen y que no me atrevo a confesar de manera pública.
No me gusta como huelo, y sin embargo, huelo a mí misma.
Porque ¿saben? Es cómodo ser uno mismo, es fácil y sencillo creerse uno como es y salir a pasear, y ligar tipos feos en el transporte público, y decir majaderías al que te vende la cena, y mandar a la mierda a los hombres y nunca cansarte de comprobar, una y otra vez, que todos son iguales, y que la única diferencia entre sí es que unos son amigos, otros familia, y otros atractivos.
¿Y qué? Yo también soy igual a todas, yo también tengo lo mismo, en menor y mayor proporción. Yo también lloró con la película de eclipse, y con los cólicos menstruales, y con las canciones de PSY, y con la mención de cierto artista de cierto nombre que se llama igual que cierta persona.
Yo también lloro por todo, ¡joder!
Quizá la fuerza provenga de aceptar que somos imperfectos, que olemos a tabaco y a sudor, y que las cosas son así y así hay que vivirlas, que nunca usaré tacones ni pesaré sesenta kilogramos, que soy una bolita de masa con ojos y cabello que dice cosas estúpidas cuando esta triste porque le gusta ver sonreír a la gente.
¡Vengan a mí reclamos!, ¡vengan a mi esas palabras!, bájenme de ese pedestal de vieja cabrona y culera y chingona; que puede que lo sea, pero me ha ganado el vicio y mis ansias de ser imperfecta.



PD: Al irte dijiste que era porque yo te quería demasiado, te recuerdo que siempre te querré de la misma manera, aunque cada vez te extrañe menos. Y aun con todo eres un tonto, y nunca dejarás de serlo. Tonto.

4 comentarios:

  1. Goey, todos tenemos deslices, pero tú sí eres una vieja cabrona, culera y sobre todo CHINGONA y por eso te amo.

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  2. como dices : la fuerza proviene de aceptar que somos imperfectos
    el querer ser perfecto es algo absurdo,incluso el solo hecho de pensar en la perfeccion es algo absurdo.
    aceptando la cosas como son es cuando enuentras la fuerza para todo.

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