Yo confieso
ante todos ustedes, con las manos apestosas y la cara pálida, que he fumado. He
recaído en el vicio, a los 23 días de haber iniciado mi proeza de alejarme lo
más que pudiera de las cosas que me hacen daño.
Debo
admitir que me creí invencible, aún y cuando moría un poco más de lo normal
cada momento, y en alguna parte de mi duelo se me acabó la fuerza de
voluntad y prendí un cigarro y empecé a besarlo.
Debo
admitir que en ese lapso de poder recibí halagos, muestras de reconocimiento,
de haber llegado lejos, de poder hacer cualquier cosa.
Y no tengo
cara para sostener que lo sigo siendo. Es por eso que con algo de vergüenza les
digo esto, y estoy haciendo uso de mi fuerza para admitir que he caído de
nuevo, que he vuelto a mis vicios, a todos, incluso a algunos que ustedes no
conocen y que no me atrevo a confesar de manera pública.
No me gusta
como huelo, y sin embargo, huelo a mí misma.
Porque
¿saben? Es cómodo ser uno mismo, es fácil y sencillo creerse uno como es y
salir a pasear, y ligar tipos feos en el transporte público, y decir majaderías
al que te vende la cena, y mandar a la mierda a los hombres y nunca cansarte de
comprobar, una y otra vez, que todos son iguales, y que la única diferencia
entre sí es que unos son amigos, otros familia, y otros atractivos.
¿Y qué? Yo
también soy igual a todas, yo también tengo lo mismo, en menor y mayor
proporción. Yo también lloró con la película de eclipse, y con los cólicos
menstruales, y con las canciones de PSY, y con la mención de cierto artista de
cierto nombre que se llama igual que cierta persona.
Yo también
lloro por todo, ¡joder!
Quizá la
fuerza provenga de aceptar que somos imperfectos, que olemos a tabaco y a
sudor, y que las cosas son así y así hay que vivirlas, que nunca usaré tacones
ni pesaré sesenta kilogramos, que soy una bolita de masa con ojos y cabello que
dice cosas estúpidas cuando esta triste porque le gusta ver sonreír a la gente.
¡Vengan a mí
reclamos!, ¡vengan a mi esas palabras!, bájenme de ese pedestal de vieja cabrona y
culera y chingona; que puede que lo sea, pero me ha ganado el vicio y mis
ansias de ser imperfecta.
PD: Al irte
dijiste que era porque yo te quería demasiado, te recuerdo que siempre te
querré de la misma manera, aunque cada vez te extrañe menos. Y aun con todo
eres un tonto, y nunca dejarás de serlo. Tonto.
Goey, todos tenemos deslices, pero tú sí eres una vieja cabrona, culera y sobre todo CHINGONA y por eso te amo.
ResponderEliminarY yo a ti nenorra, con todo mi ser.
Eliminarcomo dices : la fuerza proviene de aceptar que somos imperfectos
ResponderEliminarel querer ser perfecto es algo absurdo,incluso el solo hecho de pensar en la perfeccion es algo absurdo.
aceptando la cosas como son es cuando enuentras la fuerza para todo.
La fuerza está contigo :3
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