“…Ten la seguridad que si me nombran de pronto
reina del mundo entero, mi primera acción sería obligarlo a caer de rodillas
para adorarte”
-Marqués de Sade, Julieta y el vicio
ampliamente recompensado.
No sabes lo
dichosa que soy al poder cerrar los ojos y estar contigo siempre que hay el
silencio y la soledad que es necesaria para lograr transportarme a tus brazos.
Sentir tu
existencia. Apretar los párpados y poder recorrerte con mis manos de los pies a
las ideas, poder besarte, morderte, arañarte, oler tu fragancia que termina por
impregnarme.
No hay cosa
que pueda yo añorar más que estar contigo. Estoy convencida que la empresa de
tus besos es la única a la que vale la pena apostarlo todo, lo demás puede
fallar o funcionar, pero sólo una cosa tiene sentido y es el hecho de que existas
en mí el resto mis días. Eres lo mejor que me ha pasado, y no pretendo que
nadie lo entienda.
Es que aún
tengo tanto amor y tanta pasión en mí, y son sólo para ti, y quiero dártelo
todo antes de desaparecer. Quiero ahogarte en mi ser y llevarte al cielo o al infierno o hasta el
fin del mundo si es a ese lugar a dónde quieres ir.
No pido que
tú me des lo mismo, si acaso la mitad, porque dudo que haya en este mundo un
ser humano con la capacidad de querer a otro ser humano de la misma forma en la
que yo te quiero a ti. Ni siquiera tú podrías, tan lleno de virtudes y destrezas, conozco tus limitaciones, y
las afectivas son muy reducidas.
Lo que tú pudieras llegar a sentir siempre
sería una gota de agua comparada con el océano de mis afectos.
Y si, tal vez
estoy enferma, pero soy afortunada de estarlo a causa tuya, y es una enorme bendición esa en mi ser lleno de enmendaduras, poder sentir el amor sin horizontes,
poder escribirte y creer que me lees, y complacerme con la sola idea de estar
enamorada de ti.
Un bucle sin final, de aquí para siempre, el amor circulando en mis venas, pregonando tu nombre, calmado su impaciencia recordando lo que era, llenándose de tu ser como un mendigo saboreando el pastel desde atrás de la vitrina, satisfaciendo el hambre sólo con la sensación de tenerlo en la lengua.
Tuya hasta
el fin de mi vida, yo.
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