lunes, 16 de junio de 2014

Hombre de pastizales.

Quizá sólo sea el musgo,
que crece bajo tus pantalones.

Que sube por tu vientre,
que invade tu pecho caliente;
que me invitó a pasar,
a quedarme en silencio y contemplar el vacío,
mientras me picaba las orejas.

Quizá sólo sea tu voz bonita,
que me hace caminar como los patos,
sobre el agua del lago,
que me cuenta chistes sin gracia,
y me convence del milagro,
de reir de nuevo,
de ser mudana,
de dejarte entrar, aunque duela.

¡Me gusta que duela!

Quizá sólo sea tu sonrisa,
sus oyuelos solitarios,
mordisqueados,
saqueados como mi alma,
sin contenido;
como dos frascos abiertos,
y transparentes,
que me invitan a depositar todo ese amor mio,
que no es tuyo, ni es de nadie.

Quizá sean tus ojos que hablan,
y no dicen nada,
tus brazos que abrigan,
y no protegen;
tu saciedad fresca entre mis piernas,
que escurrió estando presa,
silenciosa, pero evidente.

¡Tan cínica y siniestra!

Quizá sea tu carácter ajeno,
que me sometió bajo su cuerpo moreno.

...
me vine y me regresé a dónde estaba antes de encontrate.

Y sin embargo te pienso,
sin pensarte,
te llamo sin voz,
y pienso en el accidente de tu cama,
tan caliente,
tan incómoda y mojada.

Y quiero tenerte de nuevo,
besar el musgo que crece bajo tus pantalones.
Decir: Te echo de menos, tengo ganas de tí esta noche.

No hay comentarios:

Publicar un comentario