Sé que por ley natural, todo termina.
Sé que lo que sube baja y al revés; y sé que Dios así creó las cosas porque nada sobrevive al tiempo.
Pero espero, de verdad, que esto no termine hasta el final.
Aunque todos los días despierto con la posibilidad de que ese momento haya finalizado, yo no quiero vivir, ahora, para el momento en que de tus labios me entere que no volveré a verme en tus ojos.
No creo poder soportarlo.
Y no es demasiado pronto puesto que está ya claro que el tiempo es una metáfora, algo ambigüo que transcurre de manera inevitable, pero irrelevante.
No puedo decirme que ha pasado mucho o poco; no importa. Yo te quiero aquí, ahora que no estas.
Y así, igualito, te quiere mi insomnio, que quiere tener la certeza de que mañana será otro día contigo, y no una vida sin ti.
Por que la mejor versión de mi está aferrada a tu mano derecha, la que no usas; sentada en el asiento de copiloto de tu auto, prendida a tus labios apretados, revolviendo tu cabello, presa en los cristales de tu mirada.
No quiero vivir de otro modo, que no sea con la espera de tus "Buenos días" por las mañanas.
Te miro, en la piel de mis párpados cerrados. Te miro y te vuelvo mirar sin poderte tocar; yo deseo que estes conmigo esta noche y me enseñes a manejar.
Yo no quiero estar con nadie más, porque no hay nada mejor que me pueda pasar. Entérate de una vez, después de ti no hay nada más.
miércoles, 6 de noviembre de 2013
lunes, 4 de noviembre de 2013
Te extraño, siempre te extraño.
Te extraño, no me importa cuando leas esto,
y si estás enojado conmigo, seguramente estoy pensando en
pedirte perdón;
y si estoy enojada contigo, seguramente estoy pensando en perdonarte.
Te extraño, no me importa cuántas veces leas esto,
y si es de día, seguramente te estoy pensando;
y si es de noche, seguramente te estoy soñando.
Te extraño, no me importa si no lees esto.
y si estoy con alguien más, seguramente estaría mejor
contigo;
y si estoy sola; seguramente es porque estoy sin ti.
Te extraño, no importa si vivo o muero para cuando leas
esto.
Te extraño, siempre te extraño.
lunes, 14 de octubre de 2013
Título adecuado: No disponible
¡Es que te quiero tanto!
Con tus ojos pequeños,
y tu cabello de lado.
Y tus sonrisas y tus mil gestos,
y tus miles de mariposas negras,
volando en la amargura de mis pantanos.
¡Es que te quiero tanto!
Que mejor me lo callo,
para que no suene falso.
Y guardo tu luz opaca dentro de mis párpados,
y guardo tu poema triste entre mis brazos,
y trato de consolarlo con mis besos,
y trato de arrullarlo con mi canto desafinado,
para que ya nadie pueda molestarlo,
y seas feliz.
Y te quiero tanto,
que no me lleno del universo de tu mirada,
y no me importan las calles cansadas,
y no me calma el saber que te veré mañana.
Mañana, siempre mañana,
no hay mañana suficiente para quererte,
porque no hay mañana que dure para siempre.
sábado, 31 de agosto de 2013
Sesenta por minuto.
¿Te imaginas enamorarte de una misma persona sesenta veces
diferentes?
Ahora imagina que eso pasara cada minuto al lado de ella.
¿Cómo será una vida así?
¿Cómo será una vida así?
La miras a un lado de ti y observas su mirada, sus
gestos; percibes su aroma y te sientes sorprendido y feliz de que esa persona
exista, y algo te amarra a su presencia y no te deja ir.
Apenas empiezas a acostumbrarte a la sensación y pasa otro segundo, y la ves de nuevo, y sientes lo mismo desde al principio, otra vez; una y otra vez.
Apenas empiezas a acostumbrarte a la sensación y pasa otro segundo, y la ves de nuevo, y sientes lo mismo desde al principio, otra vez; una y otra vez.
Te diré que es increíble como cada vez que respiras te
sientes recién enamorado, y es difícil asimilarlo y tienes la necesidad de
escribir, de cantar, de besarla, de tocarla, de sentirla cerca para sentir que
estas completo.
Algo así me pasaba con él, y sin importar si hacía algo
mal, lo olvidaba al siguiente minuto.
A veces me deshacía de esa locura, momentáneamente, pero
entonces él decía mi nombre y yo caía de nuevo.
La última ocasión fue bajo la lluvia, caminábamos en la
calle hacía una tienda después de que el sol ya se había ocultado en el
horizonte.
Era enero, él ya tenía a alguien más y sin embargo, lo vi a un lado
mío y por un momento regresó uno de aquellos segundos que habían transcurrido
en el verano anterior; tal vez uno de esos se le escapó al reloj y se coló entre los
dos en el momento menos esperado.
Me besó y continuamos nuestro camino sin más segundos
cómo ese, tranquilos, como dos personas que no pueden deshacerse una de la
otra, pero que tampoco pueden estar juntas;
y resignadas a ese destino como quien decide ya no luchar contra algo
que está fuera de sus manos.
Eso ya fue hace casi dos años, y por hoy pude comprender
lo terrorífico de esos recuerdos.
El tiempo entre un suceso y otro nos deja una sensación
de irrealidad. Todos hemos pasado por ello cuando recordamos a alguien que ya
murió, por ejemplo, y aunque sigue vivo en la conciencia tenemos la certeza de que ya no
existe, y hasta se nos dificulta creer que en algún momento existió.
Ya no hay nada entre los dos, ni un intento de amistad
ni nada, sólo imágenes dentro de mi cabeza rota dónde él aparece, y que son las
únicas evidencias de que en realidad lo amé en algún momento.
No es que si lo viera hoy sintiera lo mismo, es que ya
pasó demasiado tiempo desde que me enamoré, y ni siquiera me queda el consuelo
de asimilar que un día sucedió.
Yo necesito asegurarme de que así fue, porque estoy
segura que no pasará de nuevo, ni con él ni con nadie; y presiento que una vida
sin enamorarme sesenta veces de alguien en un minuto no debe tener sentido alguno.
lunes, 26 de agosto de 2013
Desaparecer
¿Qué hacer cuando me ignoras?
Tu silencio me hace invisible,
y desde el viernes la luz del día no es suficiente para
hacerme notar.
Lo intenté, intenté brillar;
y dejé de tener miedo porqué cada vez que te sentía
cerca, se alejaba la oscuridad.
Pero a veces intentar no es suficiente,
a veces pueden más otras cosas ajenas a la voluntad,
que en mi caso es mucha,
y sigue destellando esperanza por las noches.
Llega la mañana y despierto con mis puños aferrados
a las manos que no me dejas tocar;
y levantándome con el pie izquierdo me voy convirtiendo un poco más en nada
con el paso de las horas.
Y creo que es mi culpa,
y creo que soy una víctima,
y creo que soy injusta;
y te llamo,
y te digo que te extraño.
Luego cuelgo y me siento tonta,
y siento que estoy perdiendo una batalla contra mi
dignidad,
y me pregunto ¿Lo hice mal?
Y no quiero interrumpir nada,
no quiero estorbar,
no importa que tan mal me encuentre,
por ti me apago y me escondo más.
Entonces ¿Qué hago cuándo me ignoras?
No lo sé,
aún,
solo doy un testimonio más de aquellas personas,
que sin poderlo evitar,
van desapareciendo
poco a poco,
diluyendo su figura triste en el aire.
sábado, 24 de agosto de 2013
Insomnio
Estoy demasiado triste para creerte esta noche.
Demasiado triste para dormir, o para despertar; para tomar
mí libro y leer, para revisar mis propios poemas o los de alguien más.
Es cómo si quisiera que la vida se suspendiera.
Estoy demasiado sola como para querer que alguien perturbe
el silencio, y quisiera poder tener una plática decente, justo
ahora, pero no puedo.
Me siento demasiado muerta para levantarme y tomar algo que
calme mi sed, y aunque podría estar escribiendo alguno de mis sueños, mejor
intento explicarte porque no hago lo que debería, aunque ni enterado estés.
Estoy demasiado enferma como para salir corriendo y gritarte
que te quiero; y aunque mataría por hacerlo, te juro que no me quedan fuerzas
para buscar una respuesta tuya ante esa declaración.
¿Sabes que haré antes de cerrar los ojos?
Rogaré a un ser invisible que te susurre mi nombre al oído,
que te aleje de mí si pretendes hacerme daño, o que te acerque lo antes que
pueda sí es que acaso eres tu quien puede hacerme sentir un poco más viva que
de costumbre; si es que acaso me puedes querer tú a mí, un poquito más que yo a ti.domingo, 18 de agosto de 2013
Sucesos
Pasa que un buen día, después de un gran golpe, alguien
encuentra un pretexto para sonreír.
Pasa que sonríe todo el tiempo, y aunque regularmente no lo
hace, en ese momento parece algo natural.
Pasa que todo mundo lo nota y se siente absurdo, pero no le importa.
Pasa que además de que sonríe, suspira y vive y canta hasta
con el sonido de su sangre acelerada corriendo por sus venas.
Pasa que pierde la noción del tiempo, y no sabe sí fue mucho
o poco, sus días dejan de tener fecha y se sorprende escribiendo a media noche.
Pasa que no se acuerda en que pensaba antes del accidente, y
ese brillo en la mirada le queda perfecto, y pasa por el espejo y no encuentra su
reflejo; ni le importa encontrarlo.
Claro, se peina, se viste y se cuida más que de costumbre;
pero ese no es él, es alguien más divertido y feliz.
Pasa que no sabe cómo explicar lo que pasa y cree que todo
está bien.
Pero luego, justo después del último latido salvaje de su
corazón suicida, pasa que pasa algo y no se explica que es.
Pasa que se acuerda que todo había pasado ya, y pasa que
tiene dudas. Pasa que el cielo truena y se confunde y no sabe que decir.
Pasa que se desespera y siente que la felicidad se le va de
las manos. Y se siente ridículo y se da cuenta que nunca estuvo más lejos de la
realidad.
Pasa que todo mundo lo nota y se siente enojado, y le
importa demasiado.
Pasa que ese alguien no aprende la lección, pasa que ese
alguien sigue soñando con imposibles, y entonces pasa que todo lo que pasaba ya
pasó; regresa a la normalidad, y cotidianamente prendé un cigarro para
tranquilizar sus nervios.
Pero también pasa que descubre que todo volverá a pasar, una
y otra vez, en un ciclo que no tiene fin; porqué pasa que la persona que podría
ayudarle a que otras cosas mejores pasaran, no se ha dado cuenta de lo que está pasando.
martes, 2 de julio de 2013
¿Qué pasó?
Basta un segundo para que todo cambie, para que un domingo
por la tarde se convierta en tu pesadilla recurrente y aunque lo ansíes con
todas las fueras de tu ser, no puedas regresar a casa para descansar.
Por enésima vez: no vi nada, no escuche nada, sólo sentí el
golpe en mi pierna derecha, y de repente me vi en el suelo, hirviendo, sintiéndome
como un perrito atropellado, pensando en trivialidades como mi celular y mi
bolsa, mi canción favorita, un par de ojos negros y la última vez que había
bailado hace dos días.
¿Qué hice? ¡Grité!
Grité para que yo misma supiera cuanto me dolía, cuanto me
quemaba el pavimento, cuan viva aún seguía, a pesar del atropello y de todas ninguneadas
que me han pasado los últimos meses.
Grité, como un recién nacido que está aprendiendo a respirar
y vivir.
Después, rogué al Dios al que me cuesta trabajo rezar que
llegara la ambulancia, que me eliminara de ese infierno, que podía ser peor
pero que tal y como era me estaba matando de desesperación.
Durante tres horas estuve mirando el techo, inmovilizada,
sin ver mis propias heridas. Lo más difícil fue ver la preocupación de mis
padres desde arriba, sentir sus lágrimas en mis manos todavía llenas de mugre
de las calles, de que también sintieron al igual que yo la fragilidad de mi
cuerpo y de mi persona.
Yo no lloré de principio, no pude. Estaba y aún sigo
preocupada por trivialidades, por el gasto del seguro, por el pago de la
motocicleta, por el tránsito en mi cuarto que insiste en que fue mi culpa por
no subir el puente peatonal, por mis pantalones rotos, por mi trabajo.
Necedades de un ser medio sonámbulo que aún a estas alturas
se niega a despertar y descubrir que está vivo, maravillosamente vivo y
adolorido.
Lo mejor, lo mejor de lo peor vino después. Cuando por fin
pude enderezarme y ver a mi mamá serena, hablar con mi niña, descubrir que el
teléfono no paraba de sonar, que allá afuera había gente que me quiere.
Y no es que no lo supiera antes, pero sentir tanto afecto de
golpe es más reconfortante que todo el Valium que me metieron por las venas.
Calambritos llegaban a mi pecho, y me hacían cosquillas.
Luego llegaron los amigos, esos que se conocen en el
hospital.
El que con una sonrisa llega y te dice que no seas tan marica; la que
con los ojos llorosos te desviste y te obliga a tomar un baño; el que a
escondidas llega a tu cuarto casi a media noche y te recuerda que te quiere, aunque tú ya no lo
quieras, o ¿sí?
Llega la inesperada voz que te dice que tomes las cosas con
filosofía, aquel que te levanta y te hace sentir que aún hay cosas muy
importantes por las cuales vivir (el amor, por ejemplo), y sobretodo, llegan
aquellos que te explican que todo se arregla con el tiempo, que la juventud es
pasajera, así como las 6 semanas de reposo absoluto que te recetó la
especialista.
Sí lloré, cuando estuve sola y nadie me dijo lo nena que me
veía haciéndolo. Exploté, me sentí estúpida, torpe, y ningún abrazo me ha
quitado ese sentimiento del pecho.
Extraño a mis demás amigos, los que no he visto aún. Las
burlas de mi mejor amigo, la fiesta que vendrá el fin de semana y a la que no
podré ir.
Quizá por eso escribo esto, pues siguen preguntándome como
me siento.
Confundida, adolorida, sin más Valium, y con un ardor en el
alma más grande que el de mi pierna derecha.
Buena experiencia.
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