Estoy quemando un “Te quiero” en los
labios. Lo tengo apretadito en los dientes, no lo pienso dejar ir.
Es difícil hacerlo para mí, y para tí.
La
gente dice que es demasiado pronto, la experiencia me indica que es extremadamente
arriesgado y la cordura señala que es una locura.
Así me has dejado, con un “Te quiero” preso
político de mi miedos y prejuicios.
Ni yo misma se muy bien que significa esa
expresión. Quizá porque “Te quiero” en muchos sentidos.
“Te quiero” para mí, de esa manera egoísta con
la que un niña desea una muñeca para sí misma.
“Te quiero” para despertar contigo una mañana
gris y calentar mis pies entre tus piernas durante la madrugada, antes de irme
al trabajo.
“Te quiero” para que me beses, me abraces y
me mires cuando estoy triste y cuando estoy feliz.
“Te quiero” a un lado mío para gritarle al
mundo que se equivoca y que todo lo que me importa lo llevo siempre conmigo,
amarrado a tu oscuro recuerdo cuando no te veo.
“Te quiero” para enjaularte en la cárcel de
mi cuerpo y tenerte prisionero hasta que se me dé la gana.
“Te quiero” para que
quieras estar conmigo, para que disfrutes de mis tonterías.
“Te quiero” para quererte, así, como eres. Para
satisfacerte, para agradarte, para hacerte reír, para observarme en tu ojos
cuando inclinas la cabeza frente a mi, para verte fumar, para verte hablar y
decirme “Te quiero”.
Pero quizá tu no mereces nada de esto y prefiero callar y decirte buenas noches.
Una sensación nauseabunda empieza otra vez
a distorsionar mi realidad, inicia por mi estomago y recorre todo mi sistema
...otra vez. Debo dejar de escribir.
: )
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