martes, 14 de febrero de 2012

Lo que pensaba a diez centímetros de tu cara


En la claridad de la embriaguez me has presentado un dilema terrible. Se encuentra ahí, estampado en tus labios gruesos que me hablan como si me conocieran y me derriten con esa tosca melancolía que tanto me gusta.
Es por eso que me he agarrado de tus piernas y me he lanzado al vacío en un beso urgente e inesperado.
Si me quedo en el fondo abismal de tu paladar, quizá no vuelva salir jamás; pero si me alejo, haciendo alarde de una cobardía que desconozco, quizá me pierda la oportunidad de conocer esa verdad que estoy buscando.
Cuando ambas alternativas poseen la misma cantidad de beneficios y sacrificios, no hay una respuesta obvia.
Morir o morir. La única diferencia es caer inerte en tus brazos o en el sepulcro de la soledad, que ya me es tan familiar que hasta me parece cómodo y apetecible.
¡Que abominable situación con pies, cabeza y testosterona tengo sentada frente a mí!
Tiene nombre, sí, pero prefiero recordarlo poco. El suicidio no es opción cuando ya no se esta vivo.
En lo que me decido… ¡Acércate un poquito!, ¡Vuélveme a besar!

No hay comentarios:

Publicar un comentario